Así es convivir con una persona que conociste por las redes sociales: «Ahora que ya no vivimos juntos nos llamamos todos los días»

C. N. SANTIAGO / LA VOZ

VIVIR SANTIAGO

Universitarios en Santiago, en una imagen de archivo
Universitarios en Santiago, en una imagen de archivo Sandra Alonso

Los universitarios de Santiago, que comienzan a publicar en Instagram y en X anuncios buscando habitación para el curso que viene, explican cómo es el día a día en casa con alguien que comenzó siendo un desconocido. Algunos casos terminan en una bonita amistad, pero todos coinciden en que la situación de compartir piso con alguien que conoces de las redes está motivada por los precios del alquiler: «Vivir solo con 24 años es económicamente inviable»

21 abr 2024 . Actualizado a las 17:55 h.

Gabriel, de 25 años, se mudó a Santiago hace poco más de uno. Originario de Ourense, el motivo de su desplazamiento fue una oportunidad laboral que, en principio, ya había descartado. Un buen día, meses después de haber dejado su currículo en la sede de unas cuantas empresas dedicadas al sector audiovisual, recibió la llamada de una de ellas: había sido seleccionado para una nueva vacante y tenía quince días para empezar. «Al principio no me lo podía creer, estaba que no cabía en mí. Por fin había conseguido trabajo y aún por encima dedicándome a lo mío», recuerda emocionado. Después de llamar a sus amigas y a sus familiares para contarlo y celebrarlo, la alegría del primer momento se transformó en un agobio repentino: ¿en dónde iba a vivir? En este punto de la historia entran en juego las redes sociales y, sobre todo, Dani. 

«Yo ya había vivido en Santiago, hice los cuatro años de carrera aquí. Cuando me puse a buscar alquiler, vi que la situación inmobiliaria había cambiado», explica este joven. Era el mes de abril y se venía solo, sin conocer a nadie que buscara piso en ese mismo instante ni que tuviera una habitación libre en el suyo. Por eso, su idea era encontrar un estudio o un apartamento «chiquito», pero pronto fue consciente de que era inviable económicamente. «Vivir solo, cobrando lo que suele cobrar una persona que acaba de empezar en el mundo laboral, es imposible», reflexiona. Entonces, hizo lo que le veía hacer a sus conocidos: colgar en Instagram un anuncio para encontrar compañeros. «¡Hola! Busco habitación en Santiago de Compostela para entrar este mes. Cualquier cosa, mensaje directo. Dadle difusión, por favor», decía la publicación.

El anuncio que colgó Gabriel en su perfil de Instagram para encontrar una habitación libre en Santiago de Compostela. Recuerda que le hablaron unas cuantas personas y que antes de decantarse por vivir con Dani vio otros dos pisos.
El anuncio que colgó Gabriel en su perfil de Instagram para encontrar una habitación libre en Santiago de Compostela. Recuerda que le hablaron unas cuantas personas y que antes de decantarse por vivir con Dani vio otros dos pisos.

Sus amigas lo compartieron en sus respectivas redes y algunos de sus seguidores, aquellos que sabían de primera mano lo que suponía pasar por el mal trago de buscar piso, también. A veces, las redes sociales también están para eso. Los anuncios pegados con celo en las farolas, desteñidos por la lluvia, se cambian ahora por Instagram y Twitter, que llegan a ser un nuevo Idealista. Así, de perfil en perfil, formando una cadena de difusión, la historia llegó a Dani, de 23 años, que vivía en un piso con tres personas más. «A mí me la pasó una conocida que tenemos en común y, acto seguido, le hablé», recuerda. Uno de sus compañeros, en una situación parecida a la de Gabriel, encontró trabajo en otra ciudad y dejó libre su habitación. «Era interior, pero para nada pequeña. Además, teníamos un salón grande y dos baños», recuerda con cariño sobre esa vivienda situada en la calle Santiago de Chile en la que residió durante tres años. 

Le pasó fotos y vídeos, le convencieron y él fue a ver la casa en persona. «Fue súper majo y súper atento en todo momento, muy amable. Fui a ver el piso y, aunque no era el de mis sueños, estaba bien. Al final, yo necesitaba un sitio para vivir tres meses, que era inicialmente la duración de mi contrato», dice Gabriel, dejando constancia que, desde el primer momento, su impresión fue buena. «Yo iba con miedo de las personas con las que conviviría, sobre cuáles serían sus hábitos y si encajaría con ellos, sobre todo en el orden, en la limpieza y en los horarios, que es lo que más me preocupa. Si no me dejan dormir, me enfado. Si está todo sucio, también», explica sobre sus indispensables en la convivencia. Sus miedo pronto se borraron de su cabeza, ya que «a los tres días parecía que nos conocíamos de toda la vida».

«Fueron tres meses, pero para mí contaron lo mismo que muchos años. Hablábamos de todo, hacíamos cosas juntos…», continúa Dani, que además consiguió su actual trabajo gracias a una oferta que le envió Gabriel. «Cada uno le dio al otro una cosa diferente. Yo abrí muchísimo mi círculo social en Santiago porque Dani me presentó a sus amigas. A día de hoy, son personas con las que puedo contar en mi día a día», explica. Desde que se conocieron, empezaron a hacer planes para disfrutar del tiempo libre. Dani, que se considera una persona sociable, admite no aguantar mucho tiempo metido en casa. Tampoco estar dentro y no tener un apoyo. Lo que les unió, aparte de una forma de ser similar, fueron sus gustos y aficiones. A los dos les encanta la música pop y la gastronomía , y van juntos a conciertos y salen a probar los restaurantes y cafeterías de especialidad que abren en la ciudad. «Nos terminó de unir nuestra pasión por Ana Mena y también por la comida», bromea.

Desde el pasado mes de junio, los dos amigos viven separados. Se les terminó el contrato del piso y, como Dani todavía no había encontrado trabajo, Gabriel buscó un estudio por su cuenta, aunque el destino —llamado Gabriel— hizo que encontrara trabajo en Santiago y que ambos siguieran en la misma ciudad. «Ya no vivimos juntos, pero nos mandamos mensajes todos los días preguntándonos qué tal e intentamos vernos todas las semanas», cuenta. Quedan para tomar algo en una terraza —porque Dani es de esos que se niegan a sentarse en el interior del bar aunque haga frío—, para dar un paseo, para desahogarse y para contarse mutuamente qué tal fue la jornada laboral. «No sé qué haríamos el uno sin el otro», es la conclusión a la que llegan.

El golpe que dio el destino en su casa no es igual para todos los universitarios que, al no tener con quien vivir, recurren a las redes sociales para encontrar compañeros de piso. Sin ir más lejos, Dani y Gabriel vivían con otras dos personas con las que, a día de hoy, ninguno tiene relación. «Antes de entrar a vivir ahí, cuando no conocía a ninguno de los tres, llegué a pensar hasta que me podían hacer algo. Al final, ves tantas historias por Twitter de gente a la que sus compañeros le roban…», reflexiona Gabriel, haciendo referencia a los testimonios de universitarios a los que sus compañeros de piso les hacen la vida imposible y que se viralizan de vez en cuando en las redes. 

Pablo, que prefiere no dar más datos sobre su identidad, convivió durante un año con tres compañeros de piso con los que «no congeniaba muy bien». «Sobre todo, porque no limpiaban. Lo de que no socialicen, que no hagan vida en común, más o menos te lo puedes esperar y entra dentro de lo normal, hay gente más otra menos sociable. Pero llegar a casa y tener una pila de platos sin lavar… no sé, es básico», recuerda. Los conoció también a raíz de un anuncio en las redes sociales, concretamente, en Instagram. «Yo subí una historia y me hablaron algunas cuantas personas, pero sus pisos no me convencían. En total, antes de decantar por este, habría visto unos dos o tres», dice. Iago y Carlos, otros dos universitarios que encontraron piso a través de las redes sociales —cada uno el suyo y con sus respectivos compañeros—, tienen experiencias «cordiales». «Saludar, comentar qué tal el día y cada uno para su habitación», dice el primero.

Las redes sociales —en concreto Instagram y X— son una plataforma más para que los universitarios de Santiago encuentren compañero de piso. Cuando la oferta de alquileres está a la baja, el metro cuadrado sube cada año y no se pueden permitir el vivir solos, les queda hacerlo con desconocidos. Muchas veces, sin otra opción. Prueba de ello es la cuenta de @salseos_usc, que cada año llena sus historias y publicaciones de Instagram con mensajes de universitarios preguntando por personas que llenen una habitación que les queda vacía o tengan ellos una libre en sus pisos. Navegando por X, algunos estudiantes publican ya sus mensajes para encontrar piso o compañeros en Santiago. «Buscamos compañer@ de piso para el curso 2024/25 en #santiago de Compostela. Es un piso muy luminoso, en pleno centro y muy bien de precio #medicina», dice uno de los más recientes aplicando el filtro de búsqueda por palabras de «piso Santiago». «¡Hola! Buscamos piso (preferiblemente libre entero) en Santiago de Compostela, para entrar en julio! Somos 3 personas y nuestro presupuesto ronda los 500-600 euros», escribe otra usuaria. 

Ninguno de los jóvenes consultados admitieron haberse registrado en plataformas inmobiliarias, como Idealista, Fotocasa o Milanuncios. Ellos van directamente a las redes, a ofrecerse como compañeros a sus seguidores y seguidores de sus seguidores. Desde las inmobiliarias confirman que, efectivamente, cada año llegan grupos de jóvenes que incluso se conocen en el momento de ir a ver los pisos. Ante la subida en los precios del alquiler, la opción es compartir con un desconocido. Puede salir bien, prueba de ellos son Dani y Gabriel, pero en todos los casos la situación se da por una situación económica que no permite la independencia