La hostelería de Santiago reniega de las tragaperras: «Dábanme 12.000 euros por poñela»

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

En una década se ha pasado de las 420 máquinas que había en los bares y restaurantes de la capital gallega a las 274 actuales

11 feb 2024 . Actualizado a las 19:30 h.

¿Cuántos sueños, vidas y familias se habrán perdido por culpa de las luces y sonidos de una máquina tragaperras? El cebo del dinero fácil ha provocado ruinas y ludopatías de las que muchos jamás han logrado recuperarse. En Santiago son esas historias las que han motivado que la hostelería le haya dado la espalda a la también llamada «comecartos». Así lo demuestran los datos de la Vicepresidencia Primera de la Xunta, que en el 2014 cifraba en 420 las máquinas tragaperras que había en la capital gallega por las 274 del 2024, 146 menos.

«Dábanme 12.000 euros por poñela e unha porcentaxe da recadación, pero nin así. É un mal vicio. Estou en contra desas máquinas infernais. Coñezo xente que se deixaba a nómina nelas e non quero participar nese negocio», admite Carlos Suárez, mítico regente de La Tita, que admite que lo suyo es dar de comer a sus clientes, que disfruten de sus icónicas tortillas. Explica que recibió la oferta cuando abrió el que fue su segundo local, La Otra Tita, pero tenía claro que no iba a aceptarla: «Son 100 % antixogo e apostas. Despois está que tamén tes o risco de que che intenten entrar a roubar».

En la misma línea se encuentra Thor Rodríguez, dueño de O Boneco Bar y directivo de la asociación Hostelería Compostela: «Mi impresión es que han pasado de moda. De pequeño las encontrábamos en casi todos los locales. A día de hoy me cuesta recordar qué locales tienen máquinas de juego». En su caso, desechó esa opción por «varios motivos. Me pasó lo mismo con la de tabaco. Tengo un bar muy pequeño, el papeleo que requiere no me interesaba y no las veo en el concepto de local que proponía».

Xan Galbán, del María Castaña, es otro de los hosteleros que han preferido no instalarla en su establecimiento. Reconoce que la tuvo en el 1999, pero solo unos meses: «Era horrible». Las imágenes de aquellos vecinos dejándose todos sus ahorros todavía lo acompañan, lo que motivó que pidiera que la retiraran: «Aquí, na zona da Raíña e do Franco, que eu saiba, non hai. Cando eran máis habituais entrábanche a roubar e logo eran tan ruidosas que todos as foron sacando». Admite que a él le rompía «a alma ver aos ludópatas gastar o soldo o primeiro día de cobrar. E por enriba, non podías irte ata que remataran».

En proceso

Desde el Restaurante Marte es Hugo Cabana quien explica que también se plantean quitar la tragaperras que aún que tienen instalada: «Ahora mismo no es realmente rentable. Lo estoy barajando, pero dado el sitio en el que está situada no tengo nada mejor que poner». Ubicada justo al lado de la entrada a los baños, la realidad es que en ese pedazo de suelo no cabe ni una mesa. Cabana explica cuáles son sus condiciones por tenerla operativa: «El porcentaje es mitad para el local y mitad para la empresa que lo gestiona, y 98 euros por semana de tasa para la Xunta, que son los que más se llevan».

Evitar problemas, como posibles robos o luchar contra la ludopatía, son algunos de lo motivos que han provocado que cada año se retiren tragaperras de los locales de hostelería de Santiago. Desde el 2014 han sido casi 150 menos, cifra que constata un retroceso que desde el sector afirman que es imparable.

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En la capital gallega están instaladas 32 máquinas especiales

Mientras las tragaperras desaparecen de los locales hosteleros de Santiago, las tipificadas como BE, conocidas como especiales, aumentan. Hace diez años solo había una en la capital gallega, por las 32 que están instaladas en la actualidad. Según la normativa de la Xunta, este tipo de dispositivos solo pueden colocarse en establecimientos específicos, como los salones, ya que cuentan con premios más jugosos y también con un mayor riesgo.

El gobierno autonómico aprobó el pasado verano una nueva ley reguladora del juego. En ella establecía un máximo de cuatro casinos y cuatro salas adicionales, doce bingos y 118 salones para toda Galicia. En cuanto a los locales de ocio y restauración, que no son estrictamente de juego pero en los que también se ubican máquinas de este tipo, la norma fija un número máximo de dos máquinas. En bares y otros establecimientos de ocio solo podrán instalarse máquinas tipo A especial —de las que no hay ninguna actualmente en Santiago— y B, mientras que bingos y salas de juegos podrán incorporar las B especiales y solo los casinos las C, aquellas máquinas de azar que no dependen ni de la habilidad ni de las posibilidades de partidas anteriores o posteriores, y que incorporan premios mayores.

Según un reciente estudio de la USC y la Fundación Barrié, el 4 % de los adolescentes gallegos tienen adicción a los videojuegos, una cifra que se acerca al 5 % en el caso de los estudiantes de tercero y cuarto de la ESO.