Marín revivirá en mayo la odisea de 69 refugiados estonios que huyeron de Stalin en 1948 y que rescató un pesquero gallego

Marcos Gago Otero
marcos gago MARÍN / LA VOZ

MARÍN

El Toftevaag, el buque gemelo del Prolific en el que escaparon 69 refugiados de Estonia en 1948 y recaló en Marín
El Toftevaag, el buque gemelo del Prolific en el que escaparon 69 refugiados de Estonia en 1948 y recaló en Marín RICARDO SAGARMINAGA

Un gemelo del barco en que escaparon hasta Estados Unidos recalará esta primavera en la ría de Pontevedra

25 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Marín significó la diferencia entre la vida y la muerte para 69 estonios que escaparon de Suecia en 1948 ante su probable repatriación a su patria, entonces reintegrada en la Unión Soviética de Stalin. Estos ciudadanos bálticos se subieron a un destartalado barco, el Prolific, y con él atravesaron todo el norte de Europa hasta casi naufragar delante de la costa de Galicia. Un barco de pesca de Marín los descubrió, remolcó y trajo a salvo hasta el interior de la ría de Pontevedra. Ahora, Ricardo Sagarminaga, un marino vasco y propietario del Toftevaag, un barco gemelo del Prolific, quiere revivir aquel viaje e impedir que esta odisea caiga en el olvido.

El Toftevaag recalará en Marín en mayo, donde Sagarminaga anunció que los esperará el cónsul de Estonia en Galicia y también, si las circunstancias lo permiten, Indrek Lepson, que vive en Estados Unidos y que fue uno de los niños que hace casi ochenta años iba en aquel barco que buscaba llegar al otro lado del Atlántico.

En Marín, apenas queda recuerdo del paso de este barco cargado de refugiados estonios, que no tenían en España su destino final. Querían irse a Estados Unidos y cuando, tras cruzar el Atlántico, llegaron a la costa americana, fueron internados en la isla de Ellis, en Nueva York, porque al principio no sabían que hacer con ellos. Después los liberaron de su confinamiento y años más tarde aquellos que quisieron recibieron la ciudadanía norteamericana.

Un barco

«cheo de xente»

Volvamos a 1948. La aparición del barco de los refugiados en un puerto como Marín debió de ser toda una novedad en la localidad. La Voz de Galicia informó de lo sucedido, aunque con la parquedad propia de aquella época histórica. El titular del 8 de agosto decía así: «Huidos de Estonia llegaron a Marín». La información fue casi un telegrama: «Figuran entre los tripulantes varios matrimonios y catorce niños menores». En el barrio de A Banda do Río, algunos de los marineros de mayor edad todavía guardan un recuerdo algo difuso del Prolific atracado en el muelle. Uno de estos marineros es Manuel Domínguez, que explicó a La Voz que recuerda que el barco de los refugiados «estaba cheo de xente, había moitos rapaces e recordo que eran rubios».

Sagarminaga supo del Prolific por causalidad, cuando un día su barco se encontraba navegando en Noruega y allí se encontró con uno de aquellos refugiados, Ants Lepson, ya mayor y convertido en un artista respetado en su país nórdico de adopción. Ants sentía pasión por España. En cuanto vio la bandera ondeando en el barco del marino vasco no ocultó su alegría y, allí le contó la saga que había vivido cuando solo tenía 14 años.

Sagarminaga mantuvo su contacto con Ants hasta su fallecimiento y también lo hizo con su hermano Indrek, que todavía vive. Fue precisamente este último quien plasmó en un relato su aventura de cuando con su hermano y sus padres hizo la larga y peligros travesía desde Suecia a Estados Unidos, en un barco que varias veces estuvo a punto de hundirse, y su escala en el puerto marinense.

Rescate entre la niebla

El preludio a la entrada en la ría de Pontevedra, escribió Indrek, fue una gran tormenta frente a la costa gallega y el Prolific estaba en unas condiciones tan malas que dudaron si podrían sobrevivir. «Nuestra situación parecía sin esperanza. No sabíamos a qué distancia estaba la costa de acantilados y nosotros parecíamos destinados a acabar nuestro viaje estrellándonos contra ellos», apuntó al rememorar en el 2018 aquella experiencia de su niñez.

Cuando todo parecía perdido y como si se tratase del golpe de guion de una película de Hollywood, entonces apareció entre la niebla un pesquero gallego, del que Indrek recordaba que tenía tres palos. Casi ochenta años después, Ricardo Sagarminaga intentó, en vano, encontrar en Marín algún documento o alguna persona que pudiese dar fe de cuál era ese barco. El nombre de los héroes de aquel agosto de 1948 sigue en el olvido. Todas las pesquisas del marino vasco por poder decirles a los Lepson quiénes habían sido sus salvadores fueron infructuosas.

En cuanto al rescate, no fue fácil. Con parte del velamen del Prolific destrozado por el temporal, cargados de personas y sin apenas experiencia en las aguas de las Rías Baixas, siguieron, como bien pudieron la entrada a la ría de Pontevedra, al amparo del pesquero gallego que los llevó poco a poco hasta zonas más tranquilas y los dejó frente a Marín.

Naranjas para comer

Cuando el buque de los refugiados llegó al muelle, atracaron y una multitud de vecinos curiosos se acercó a ver quiénes eran los recién llegados. «Con gran alegría y gratitud», resaltó Indrek, al poco de llegar pudieron comer naranjas y productos de la huerta que los vecinos les trajeron para que comiesen.

La bienvenida a los refugiados los tomó por sorpresa. Indrek relató cómo la mayoría, si no todos, fueron invitados a comer a las casas de los vecinos más pudientes. Cuando le llegó el turno al joven Lepson, fue con un amigo de su edad a una casa de la que recuerda que la familia les sentó a la mesa tenía criados y que les pusieron pescado, como primer plato, aunque no le gustó mucho su sabor. Del resto de la velada, mantiene un mejor recuerdo, aunque algo vago por el paso de los años. «No recuerdo lo que comimos, probablemente porque su aspecto era para nosotros muy extraño, pero seguro que eran platos típicos de allí», escribió. Cuando el Prolific estuvo listo, se hizo a la mar, rumbo a Madeira, pero el recuerdo de Marín nunca se borró en la memoria de los Lepson.