Javier Blasco, director de Adecco: «Si sales a tomar algo el fin de semana, quieres que el bar esté abierto a las once de la noche»

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ABEL VALDENEBRO

«El trabajador valora más tener flexibilidad horaria a diario que trabajar un día menos a la semana», asegura el experto en recursos humanos, partidario de los beneficios sociales, pero sin perder de vista que «una cosa es cómo nos gustaría que fuese el mundo feliz, y otra, sacar adelante la cuenta de resultados de una empresa»

06 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«El objetivo número uno de una empresa es obtener beneficios», recuerda Javier Blasco, director de The Adecco Group Institute, que no ve viable la reducción horaria en hostelería y comercio, y opina que la jornada semanal de cuatro días solo es factible en sectores muy concretos que puedan suplir horas de trabajo con digitalización y robotización. «Se argumenta que la gente está más motivada y que hace lo mismo que antes, pero en menos tiempo. ¿Qué pasa, que antes se estaba tocando las narices?», se plantea el experto en recursos humanos, que asegura que el tejido empresarial español no obtiene los márgenes suficientes como para soportar una reducción de la jornada de sus trabajadores.

—La tendencia a la reducción horaria es clara. ¿Es más productivo trabajar cuatro días a la semana?

—Existen diversos estudios, pero no hay todavía ninguno que haya hecho un análisis económico y de productividad de todos los sectores. Hace unos cuatro años hubo una empresa en Nueva Zelanda, luego una experiencia en Mengíbar, en Jaén, de la empresa Software DELSOL; y hemos tenido una iniciativa pública en la Comunidad Valenciana de incentivar con subvenciones, con malas noticias sobre el impacto. Luego, se hizo un estudio en el Reino Unido que ha tomado una muestra un poco parcial. La jornada semanal de cuatro días está funcionando solamente en aquellos sectores en los que la digitalización permite, entre comillas, amortizar horas de trabajo, personas, sustituyéndolas por procesos mecanizados o robotizados.

—¿Y qué se hace con ese excedente de productividad?

—En vez de amortizar puestos y decir que sobra gente, lo que se hace es reinvertirlo, en el sentido de mantener puestos de trabajo reduciendo la jornada. Esa es la clave, la piedra filosofal y la fórmula magistral de la jornada de cuatro días. Todo lo que vaya más allá de eso, pueden ser deseos, expectativas… Trabajar lo mismo en menos días es el modelo belga, y no ha funcionado. Tener más carga de trabajo en menos tiempo supone una sobrecarga no solo física, sino cognitiva. Para una semana puede servir, pero si es constante, te puede llevar a problemas graves de salud. La reducción es posible en sectores y en puestos de trabajos muy concretos.

—Pero la reducción pasa por contratar a más personal, sea cual sea el sector.

—Yo no puedo tener cerrado el restaurante o la fábrica un día a la semana. Si ese es el punto de partida, hay que buscar a alguien que trabaje ese día que yo falto. El problema que tenemos en España es que hoy por hoy seguimos teniendo centenares de miles de puestos de trabajo sin cubrir, y buscar a una persona para un día a la semana se hace harto imposible. ¿Que sería deseable que yo le diera a un botón y saliera un informático para trabajar un día a la semana? Hoy por hoy es ciencia ficción. Pero ya no con un informático, lo es con un conductor de camión, con un operario de producción… En cualquier sector. Lo normal es que la gente quiera un trabajo estable y con horas cotizadas. España está en una situación dramática desde el punto de vista de encontrar perfiles y de atraer talento.

—¿No estamos abocados al cambio?

—Yo no he encontrado ningún estudio que lo demuestre desde una óptica multidisciplinar. Cuando esto surgió hace cuatro años, me fui a un informe sobre márgenes brutos para ver qué sectores podían permitir amortizar un 20 % de incremento en coste laboral, porque quitar un día de trabajo a la semana pagando lo mismo, es un 20 % más de coste. Y había muy pocos que tuvieran el colchón suficiente. Hoy por hoy, en España el promedio de margen bruto se mueve en eso, entre un 15 y un 18 %, con lo cual, si le meten un 20 %, ya están en pérdidas.

—Pero también es una realidad que a España se la sitúa como uno de los países europeos que trabaja más horas y resulta menos productivo.

—España no es menos productiva porque se trabaje más, sino porque en general tenemos un nivel muy bajo de digitalización, de presencia de la industria en el sector productivo, y de cualificación. Estamos a la cola de Europa y de la OCDE. La experiencia puntual de alguna empresa en un universo de un millón trescientas mil, dice muy poco. La pregunta sería: ¿Tenemos información de estas empresas antes y después de implementar la reducción de jornada? ¿En su plantilla tenía un sistema de medición de desempeño más o menos aceptable? En pymes de según qué sectores, con todo el respeto, se ha abandonado el teletrabajo porque precisamente no había suficientes sistemas de medición del desempeño.

—En pandemia, cuando el teletrabajo era rentable para la empresa, se fomentó. Pero después, muchas compañías ordenaron volver a la presencialidad. ¿Eso no va en contra de la retención de talento?

—Sí, pero una cosa es cómo a nosotros nos gustaría que fuera el mundo feliz, y otra es sacar adelante una cuenta de resultados. ¿A todos nos gustaría trabajar un día menos? No, a mí me gustaría no trabajar ningún día, a ser posible, y tener un buen salario. Pero esto no es la realidad. La realidad es que las cuentas de resultados tienen que salir adelante y que las empresas o son sostenibles y productivas o cierran y amortizan puestos de trabajo.

—¿Cuál es el equilibrio entonces? Ni solo puede importar la cuenta de resultados, ni solo el mundo feliz.

—En el mundo de la empresa lo primero son los resultados, no nos olvidemos. Esto no es una administración pública, donde tenemos un déficit del 111 % y una deuda del 4,5 %. A los políticos en la Administración les importa un pepino ir a pérdidas, porque saben que se lo van a comer nuestros hijos y nuestros nietos. La empresa privada no funciona así, o das resultados o desapareces.

—¿De qué manera se puede tener contenta a la plantilla?

—Hay muchas maneras de incrementar el engagement, lo que se llama el salario emocional. Nosotros preguntamos a la gente, y lo que más se valora es la flexibilidad horaria de tener una o dos horas de margen para entrar y salir del trabajo, y poder cumplir así con las obligaciones personales. Eso la gente lo valora incluso más que trabajar un día menos a la semana. Hay alternativas, como el teletrabajo, el trabajo asíncrono, y otros elementos como los planes de recualificación, inversión en formación, posibilidades de promoción profesional, preocupación por la salud y el bienestar...

—Estamos lejos entonces de iniciativas como la que mencionó Yolanda Díaz para que la hostelería cierre antes.

—Lo estamos nosotros y todos los países. La primera ministra finlandesa llevó esto a su programa electoral hace ya cinco años, y lo dejó a un lado; en Francia pasó igual, siendo un país también muy poco productivo, y eso que tiene mucha más industria que nosotros. España sigue siendo un país con una enorme presencia de la hostelería, el turismo... que son sectores de muchas horas. Pero no por nada, sino porque cuando tú sales a tomarte algo el fin de semana, quieres que el bar esté abierto a las once de la noche.

—Sí, pero cada vez más hostelería y pequeño comercio cierran antes, o dejan de abrir los sábados por la tarde.

—Ese establecimiento o tiene márgenes muy altos, o si renuncia a los clientes un sábado a partir de las seis o de las ocho, le irá muy bien la cosa. Generalizar es complicado, pero esa cultura de cerrar antes se da porque las sociedades nórdicas están menos orientadas al ocio. Nosotros, por suerte o por desgracia, dependemos de él. Si tú le quitas a Galicia el ocio que deriva de la catedral de Santiago, de la playa o del turismo interior, cambiaría enormemente el nivel de ingresos. Y lo mismo en otras comunidades. Ojalá no hubiese una Citroën solamente en Vigo, que hubiese también en Lugo, en Ourense y en Santiago, pero no la tenemos. Y los puertos tienen el volumen que tienen. Ojalá el de Ferrol tuviese el mismo que el de Algeciras o el de Valencia...