¿Es posible superar una infidelidad? Los expertos opinan: el tiempo y el esfuerzo, claves para recuperar la confianza

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El tipo de infidelidad y el trabajo que la pareja esté dispuesta a hacer son cruciales para el perdón, dicen los terapeutas, que diferencian unas de otras y señalan que suelen producirse en torno a los diez años de relación

27 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hay alguien que sabe cómo superar una infidelidad, son los terapeutas. A ellos no llegan todas, ni mucho menos. Más bien, ellos suelen ser la última opción cuando no han funcionado el resto de intentos. Consultamos a cuatro psicólogos especializados en áreas diferentes, que coinciden en varios ejes centrales. El primero parece una obviedad, pero no lo es: lo primero que hay que hacer para salir adelante es tener mucha voluntad y estar dispuestos a trabajar muy duro para conseguirlo. El segundo, que no son iguales unas infidelidades que otras. El tercero, que suelen producirse en torno a los 10 años de relación. Y, por último, que si hay algo que queda dañado después de una infidelidad, es la confianza.

«Todo es superable. Y lo digo por mi experiencia en adicciones, que generan también mucha desconfianza. Cuando te han engañado, cuesta. Pero con el tiempo, cuando ves que esa persona está poniendo de su parte y cumpliendo con su palabra, esa confianza se acaba recuperando. No es fácil, ¿pero por qué no va a ser posible? Si el afecto permanece, si yo quiero a esa persona... ¿Perderías la relación con un hijo? El amor cura muchas cosas», señala el psicólogo experto en conductas adictivas Manuel Lage, que asegura que todo depende del vínculo que todavía exista en la pareja y del valor que cada uno le da a esa relación: «Incluso con la pérdida de un hijo, que es el mayor dolor que existe, algunas parejas logran no solo no romperse, sino salir reforzadas».

La terapeuta de parejas y autora del libro Adicta a un gilipollas Lara Ferreiro asegura que no abundan las parejas con la suficiente voluntad como para eso. «Se puede, pero los dos tienen que estar dispuestos, y no es lo que quiere la gente. Normalmente, no hay tanta capacidad de perdón ni de empatía», señala la psicóloga, que también colabora con la plataforma para infieles Ashley Madison. Quizás por eso comparte visión con Lage a la hora de identificar lo adictivo de este tipo de situaciones, que asegura que generan mucha adrenalina. «Por eso vamos hacia las relaciones abiertas. Nos educaron en que la monogamia es lo correcto, y ser infiel es ir en contra de nuestra cultura», indica Ferreiro, coincidiendo con el resto de expertos.

Es muy importante el tipo de infidelidad del que estemos hablando. «Se le da mucha importancia a la sexualidad, pero muchas veces solo se fantasea», señala Lage, psicólogo clínico en la Unidad de Tratamiento del Alcoholismo (UTAL) de A Coruña. En este sentido, la psicóloga y sexóloga Aránzazu García, de la Clínica Vida, en Vigo, señala que las que menos cuesta perdonar son las que no llegan a materializarse físicamente.

PUNTUALES O REITERADAS

«Hay infidelidades que sirven para que las parejas que han llegado a un punto de desconexión se den cuenta de que hay que cambiar cosas, y de que deben hacerlo los dos; y luego hay otras que se dan repetidamente con múltiples personas, que es algo que se ve mucho en mundos como el de los negocios y el azar. Por ejemplo, yo he visto hombres que dicen abiertamente: ‘Es que con mi pareja me pasa esto y con las prostitutas aquello’. Ahí ya es una decisión el hecho de desarrollar su faceta sexual fuera de casa», apunta la experta, que añade que cada situación requiere de diferentes formas de abordaje: «Si son infidelidades repetidas, hay que trabajarlo cambiando de vida con nuevas rutinas en la pareja; si no lo son, hay que investigar qué llevó a eso y hacer cambios por las dos partes. Por ejemplo, hay parejas que solo tienen sexo una vez al mes, al año, o nunca, y que lo normalizan».

Lo primero, afirma Ferreiro, es ver qué tipo de infidelidad se ha producido: «Puede ser puntual, sexual o no; o también puede tratarse de algo crónico, muy propio de los psicópatas narcisistas. A mí me ha contado la pareja de un narcisista que otra mujer contactó con ella para contarle que había mantenido sexo oral con él en el AVE. Y resulta que, como con ella, lo hacía de forma constante con muchísimas mujeres más». La terapeuta mantiene que, de todas las parejas que ha tratado, solo recuerda una que haya hecho un proceso auténtico para superarlo. «Y no hubo coito», puntualiza.

Si hay niños, dice la psicóloga y orientadora familiar Eva Gil desde la clínica Psique, en Santiago, es más difícil hacer según qué cambios. Sin embargo, son las parejas con hijos quienes más caen en la infidelidad, «porque los niños requieren mucho de uno, tanto a nivel físico como emocional, y hay un cambio de roles en la pareja, que a veces tiene que volver a buscar la intimidad y no lo consigue», indica. La terapeuta dice que el volver a sentirse deseado juega un papel muy importante en esto. «Hay ocasiones en las que no llegan ni a quedar, pero les aporta esa sensación y les eleva la autoestima. Cuando pasa eso, en terapia trabajamos mucho a nivel personal y miramos cómo reforzar la autoestima de otras formas menos dañinas para la pareja», apunta Gil, que sostiene que muchos llegan a terapia por la infidelidad, que en realidad no es más que un síntoma de otros problemas previos.

Los diez años de relación es la frontera temporal a partir de la cual los terapeutas se encuentran con más relaciones en esta situación. «No es raro que una pareja se consolide a los 30 años, tenga los hijos entre los 35 y los 37 y, a partir de ahí, empiecen los problemas y las diferencias importantes. Hay cambios en las rutinas y en los roles, en la forma de relacionarse, y se empiezan a distanciar. Luego hay mujeres que acuden por terapia sexual, porque se han emparejado muy pronto o han estado inhibidas, y en torno a los 40 viven un despertar sexual; y hombres que en torno a los 50 ya no tienen deseo con la pareja», indica Aránzazu García, que señala que el fin de la terapia es el que se ponga la propia pareja: «Las hay que lo han superado y lo cuentan como algo que los ha llevado a mejorar; y luego otras que no son capaces, porque hay desconfianzas y siguen echándoselo en cara. Hay que currárselo».

«En terapia, lo primero es trabajar la confianza y los límites que nos ponemos el uno al otro. Pero lo más difícil es borrar la huella traumática, por lo que hay que hacer un trabajo interior individual que es muy importante», indica Eva Gil, que apunta que no hay plazos para abordarlo ni para superarlo: «Una vez que se sabe, el cerebro necesita reposar un poco. Después, puedo intentarlo por mis medios. Y si veo que se complica, ya puedo acudir a terapia». El daño, puntualiza, depende mucho de la personalidad de la persona herida, «y también de que haya sido algo puntual o emocional».

«Antes que si puede superarse o no, hay que ver si es posible perdonar y en qué circunstancias se produjo», coincide Aránzazu García. Salvo casos que ya rozan lo patológico, la desconexión suele ser la madre de todos los problemas. «Se deja de regar la planta. Y las relaciones hay que cuidarlas e invertir en sus tres patas fundamentales, lo que llamo el ’IPC’, intimidad, pasión y compromiso», especifica Manuel Lage, que va un paso más allá: «No hay normas buenas ni malas. Si una pareja cree que su relación es más importante que un hecho que ha podido suceder, es respetable. Cada relación tiene que generar su propia constitución, y hay parejas que lo toleran incluso mejor que una traición en su ideología política». De la devastación, asegura, puede nacer algo mejor. «Tenemos que empezar a entender que no somos propiedad de nadie. Vivimos en una sociedad en la que la infidelidad se considera muy grave, pero puede ser una crisis como cualquier otra. Incluso es posible convertir algo traumático en una oportunidad», apunta. Que lo sea o no es cosa de dos.