Ningún lago o embalse del planeta está libre de la contaminación por plásticos

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

CESAR QUIAN

Un equipo de la UDC ha detectado en Galicia partículas en Cecebre, Meirama y en la laguna de Doniños y, aunque de momento no supone un peligro para la salud o el medio ambiente, esta identificación supone una seria advertencia sobre los riesgos futuros

13 jul 2023 . Actualizado a las 00:26 h.

Una partícula microscópica de plástico en un volumen de un metro cúbico de agua. Es algo así como encontrarse una mota de polvo, o incluso algo menos, en 1.000 litros de líquido. Parece algo insignificante, anecdótico incluso, pero es la primera prueba de que ningún lago o embalse del planeta puede considerarse libre de la presencia de plásticos, por muy insignificante que sea su concentración. No hay, por tanto, ningún área remota y lejos de la presión humana directa que pueda considerarse «verdaderamente prístina con respecto a la contaminación plástica».

Es la conclusión que se recoge en un estudio que ha analizado por primera vez la presencia, origen e impacto de este tipo de residuos en las aguas superficiales de 38 lagos y embalses distribuidos en 23 países y 6 continentes, con una amplia diversidad de condiciones ambientales. En el trabajo, que es portada este miércoles en la revista científica Nature, y sobre el que también trata su editorial, han participado cinco investigadores de tres grupos de investigación de la Universidade da Coruña en un esfuerzo coordinado por la cátedra Emalcsa-UDC: José Luis Cereijo y Jorge Delgado, del equipo Geama; Roberto Bao y Rafael Carballeira, de Grica, y Moisés Canle, de React!.

El trabajo ha sido liderado por las investigadoras italianas Verónica Nava y Barbara Leoni, de la Universidad Milán-Bicocca, en Italia y presenta la particularidad de que todas las muestras y procesado de los datos se han realizado siguiendo un protocolo único, algo novedoso en este tipo de estudios y que refuerza la validez y calidad de los datos.

En la investigación se han analizado tres masas de agua dulce de Galicia, el embalse de Cecebre, la laguna litoral de Doniños y el lago de Meirama.

En todos ellos se ha detectado la presencia de residuos plásticos, aunque en ningún caso en concentraciones que, por el momento, supongan un motivo de alarma. El peor valorado es el lago de Meirama, donde la acumulación de polímeros se acerca a las 2,5 partículas por metro cúbico, con lo que se sitúa entre las doce áreas de las 38 estudiadas con mayor concentración, aunque claramente en la parte baja de dicho grupo.

Nada que ver con las 11,5 partículas por metro cúbico identificadas en el lago Lugano (Suiza); los 8,2 del Maggiore (Italia) o los 5,4 del Tahoe (Estados Unidos). En estos casos las concentraciones de residuos en las masas de agua dulce son más altas que las de algunos giros oceánicos que acumulan grandes cantidades de desechos, las conocidas como islas de plástico.

Con menos de una partícula, y en la zona media, se sitúa el embalse de Cecebre.  Y una de las zonas más limpias de partículas de todas las estudiadas es la laguna de Doniños. No están impolutas, como ninguna de las 38 analizadas en todo el planeta, pero sí en muy buen estado.

La situación, en general, dista de ser preocupante en la actualidad, pero sí podría llegar a serlo en el futuro si no se toman medidas preventivas. El semáforo en ámbar se ha activado.

«El mensaje es que no hay ningún motivo de alarma ni es un desastre ambiental, porque las partículas que localizamos son inertes, tienen una concentración bajísima y no suponen un problema ni para los ecosistemas ni para la salud humana. Y en Galicia en particular la situación es muy buena. Pero el estudio también es una llamada a la reflexión porque también nos muestra que los fragmentos de plástico están ya por todas partes en el planeta», destaca Moisés Canle, del grupo React! de la UDC y uno de los autores del análisis.

Los investigadores consideran que el hecho de detectar este tipo de residuos incluso en sistemas considerados prístinos «anticipa la necesidad de redoblar los esfuerzos de prevención, control y vigilancia, con el fin de garantizar una óptima preservación de las masas de agua, tanto en el presente como para generaciones futuras».

La presencia de plásticos en un sistema acuático podría comprometer en el futuro la calidad del agua para su consumo humano. De hecho, el embalse de Cecebre, una de las áreas estudiadas, abastece de agua a la ciudad de A Coruña y su zona metropolitana.

En la investigación también ha participado el Museo de Ciencias Naturales del CSIC. «Entre todo lo encontrado destaca especialmente la presencia de poliéster, polipopileno y polietileno», advierte el investigador de este centro Miguel Matías.

«La relevancia de estos resultados estriba en que, además de impactar negativamente en el agua potable que necesitamos, la contaminación plástica tiene efectos nocivos sobre los organismos acuáticos y el funcionamiento de los ecosistemas», explica Verónica Nava, investigadora de la Universidad de Milano-Bicoca y primera autora del estudio.

El embalse de Cecebre es el único de España que, bajo los auspicios de la Cátedra EMALCSA-UDC, se integra en la red científica internacional Red Global de Observatorios Ecológicos de Lagos (GLEON) de forma permanente, para dar soporte científico multidisciplinar a un bueno número de investigadores que desarrollan su actividad en este ecosistema de interés singular. «Constituye ya un verdadero laboratorio a cielo abierto de investigación de alto nivel en el ámbito del agua», resalta Moisés Canle, de la Universidade da Coruña.

Las partículas son transportadas por la atmósfera a centenares de kilómetros de distancia

¿Cómo es posible que lagos como el de Meirama, con escasa presión humana a su alrededor, acumulen residuos plásticos? La misma pregunta es aplicable a otras zonas de agua más remotas que tampoco se libran de la presencia de estas partículas, aunque su presencia sea residual. A la hora de buscar una explicación no hay que pensar exclusivamente en las bolsas  que se tiran al medio ambiente, sino en su descomposición, y en la de infinidad de otros materiales plásticos que usamos.

Los polímeros plásticos se van degradando con el tiempo y en este proceso acaban convirtiéndose en gránulos microscópicos o nanoscópicos que se acumulan en todos los compartimentos ambientales, marinos y terrestres. Las partículas micro o nanométricas también se acaban liberando a la atmósfera, desde donde pueden ser transportadas hasta centenares de kilómetros de distancia para depositarse en otros puntos muy distantes a la fuente de emisión original. Este proceso fue descrito en un estudio publicado en Nature Geoscience en abril pasado en un trabajo liderado por el Laboratorio de Ecología funcional de Toulouse.

En este sentido, los autores de esta nueva investigación que se publica en Nature alertan de la «necesidad urgente de cuidar todas nuestras masas de agua, implantando estrategias efectivas de reducción de la contaminación».

Los micro y nanoplásticos no solo pueden afectar a la calidad de las aguas, lo que incluso podría llegar a comprometer su uso para humanos, sino que también «interaccionan con la litosfera y la biosfera, afectando a los ciclos biogeoquímicos al alterar los intercambios entre comportamientos ambientales a través de mecanismos que aún no comprendemos en su totalidad», advierten los investigadores. En este sentido proponen que lagos y embalses se consideren como «centinelas de la contaminación».

«Los lagos son como centinelas de la contaminación, ya que en ellos se acaban acumulando los residuos plásticos que se dispersan a través de diversas fuentes como los embalses o la atmósfera. Además, una vez que llegan a sus aguas, los lagos pueden retener, modificar y transportar los desechos plásticos a través de las cuencas hidrográficas hacia los océanos». contextualiza el investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idae) Miguel Cañedo-Arguëlles, que también ha participado en el trabajo.

Existen, además, otros riesgos. El plástico que se acumula en la superficie de los sistemas acuáticos puede promover la liberación de metano y otros gases de efecto invernadero. «La circulación entre los distintos elementos de la tierra, que pasan de la materia viva a la materia inorgánica a través de reacciones químicas, todavía no se conoce en profundidad y es necesario realizar una evaluación holística de la contaminación plástica en los lagos», revela la investigadora italiana Verónica Naya.