Santiago vuelve a brillar con sus fuegos

La Voz

SANTIAGO CIUDAD

La fachada neogótica ardió de nuevo en un espectáculo audiovisual y pirotécnico narrado

25 jul 2014 . Actualizado a las 16:21 h.

Santiago volvió a brillar con sus fuegos del Apóstol. Un espectáculo cargado de emotividad, después de un año de luto sacudido por la tragedia ferroviaria que ensombreció a la ciudad el 24 de julio del 2013. Y sobre una Catedral en proceso de recuperación, entre andamios; unas muletas que no impidieron que luciera la mejor de sus caras para recuperar el espíritu festivo.

Brillaron cerca de 4.200 artefactos pirotécnicos, que este año tuvieron un peso especial en el montaje; tantos como cáramas destellaban a pie de plaza. Y brilló la fachada neogótica, que ardió de nuevo tras un lustro privados de esta tradición. Con todas sus limitaciones se iluminó el Obradoiro en un despliegue audiovisual y pirotécnico que, al menos simbólicamente, pasa página a un capítulo negro para la ciudad.

Los primeros minutos del espectáculo se dedicaron, no en vano, a rendir recuerdo a las víctimas del accidente de Angrois. Tras esta secuencia se dio paso al tradicional relato audiovisual y pirotécnico que contó, por primera vez, con una narración en off en gallego.

«A historia que vos vou contar empezouse a esculpir hai moitos anos», comenzó la voz, al tiempo que la delantera de la basílica se transformó en un mar batido en el que navegaba la barca que trasladó al apóstol, amenazada por un enorme pulpo. «Os restos do santo descansaron no monte Libredón oito longos séculos, ata que unha noite unha estrela guiou ao eremita Paio cara ao sepulcro», continuó la narración.

La llegada de los primeros romeros se detuvo en uno de los peregrinos más insignes a Compostela, san Francisco de Asís, con el que se tejió un cerezo en el lateral derecho de la Catedral que -según la leyenda- hizo reverdecer poco antes de emprender su viaje a Santiago y fundar la orden gallega hace 800 años. El 3D cobró fuerza en este punto, dibujando la iglesia franciscana sobre la falsa fachada y dos enormes conchas de vieira, símbolo del Camino, a ambos lados.

«E seguiron trazándose novos camiños», siguió el montaje, mientras que la vista de las rutas se alejaba hasta tener una panorámica de la bola del mundo, con la que se representó la presencia de Galicia en el resto del mapa. El relato prosiguió devolviendo a los asistentes a la plaza del Obradoiro, inundada de luz.

Uno de los momentos más logrados en la parte audiovisual llegó cuando la tecnología redibujó los distintos cuerpos que construyen el frontal de la basílica para hacerlos sobresalir uno sobre otro en un baile tridimensional frenético.

La pirotecnia silbó hacia el cielo y retumbó una y otra vez, con la novedad de que, en esta ocasión, también se incorporó dentro de la propia estructura metálica instalada para la restauración del edificio, resultando una imagen singularmente industrial.

Igualmente vistosa resultó una secuencia en la que el fuego virtual invadió los arcos bajos de la fachada neogótica para subir hasta la cima de la misma al compás de unas gaitas que ayer sonaron en menos ocasiones de las habituales. La música sirvió, en general, para marcar el contrapunto entre los distintos momentos del espectáculo. Suave y melódica en unas ocasiones y roquera en otras, sin muchas referencias a los sonidos tradicionales.

Salvando las limitaciones evidentes que obligaron a repensar el espectáculo audiovisual y centrarlo en la parte inferior de la Catedral para mantener la continuidad de las imágenes proyectadas, los fuegos consiguieron arrancar un año más el largo aplauso del público. Una plaza de babel sobrecogida, en gran medida, por el contexto y un brillo que se hacía extrañar.

patricia calveiro