El feísmo se cuela en Santiago a través de los cierres improvisados de los huertos urbanos

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Vallas de obra, palés de madera, ramas y telas de rafia son elementos recurrentes para delimitar los espacios de cultivo

23 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Enero no es el mejor mes para visitar las huertas urbanas, que gestiona el Concello y cultivan los vecinos, que las reciben por un período de tiempo limitado. No es el momento idóneo, porque la lluvia, el frío y el tiempo desapacible no permiten sacar adelante cultivos diversos. Estos días en las huertas solo pueden verse grelos y nabizas, así como berza y repollo. Pero los escasos cultivos dejan aún más a la vista si cabe la suciedad y el amontonamiento de residuos alrededor y dentro de algunas de las fincas en las huertas de la Almáciga, Caramoniña, Pontepedriña, Hortas, Belvís y Fontiñas. Ninguna está libre del feísmo hortelano. Si algo tienen en común estas huertas con las privadas es la imaginación de quienes las explotan para echar mano de los elementos que tienen a su alrededor para improvisar cierres chapuceros.

Las ramas sujetas con cuerdas y bridas representan el sistema más socorrido para proteger el espacio de cultivo, junto con las telas de rafia de todos los colores. Estos elementos se pueden ver en todas las huertas, pero también están a la vista cierres hechos con vallas de señalización de obras, e incluso con forjados, tendales de ropa y los clásicos somieres, palés y tableros de madera. Todo vale para delimitar el área de cultivo con el fin de dificultar el acceso a las hortalizas por parte de manos no autorizadas y, sobre todo, para evitar que los perros campen a sus anchas por encima de los cultivos. No faltan tampoco composteros hechos con tableros y también alguno de plástico reciclado.

No solo unos cierres horrorosos afean las huertas urbanas, también la acumulación de aperos amontonados en las fincas, así como botellas de plástico, cajas, cuerdas, plásticos, restos de podas, capachos y un sinfín de objetos que contribuyen a afear esas parcelas. Especialmente llamativos son los cierres de las huertas de Pontepedriña que se contemplan desde Clara Campoamor y desde la terraza de la estación de autobuses. No pasa desapercibido el aspecto de las parcelas de la rúa das Hortas, en pleno Camino de Fisterra, ni tampoco un cierre con varios tipos de materiales en la Almáciga, y que salta a la vista junto al mirador del parque. Tampoco se libran en Belvís y en Fontiñas, aunque al menos están más ocultos.

Vallas de madera y 70 centímetros de altura

Coincidiendo con los sorteos de parcelas en las huertas urbanas, el Concello remitirá circulares a los nuevos y antiguos usuarios para que cumplan la normativa que regula el uso de las fincas y que deja claro que no pueden hacerse nada que afeen el paisaje.

Xesús Domínguez, concejal de Medio Ambiente, quiere acabar con las prácticas que afean los espacios de cultivo. Reconoce el edil que «nunca se fixo nada», pese a que «é evidente que hai prácticas que non se poden permitir». El concejal es partidario de «homoxeneizar todos os peches», porque entiende que son necesarios para proteger los cultivos de la entrada de perros y de posibles robos. Raxoi propondrá usar madera para delimitar los espacios con cierres de una altura máxima de 70 centímetros, «suficiente para que non entren os cans», indica Domínguez. También pedirá el Concello que se eliminen diversos elementos que se emplean como «espantallos», entre los que destacan discos compactos y botellas de plástico. Tampoco se pueden emplear mallas de plástico para cubrir las plantaciones, porque «poden quedar atrapados os paxaros». La normativa prohíbe expresamente construir cabañas o instalar invernaderos, así como la cría de animales en los huertos.