Asanog

Cristóbal Ramírez

OROSO

15 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No es el único municipio de la comarca compostelana, pero el de Oroso lleva varios años volcándose con Asanog, desde el momento en que el ayuntamiento abrió las puertas a esa entidad que se preocupa por los niños que tienen la mala suerte de darse de bruces con el cáncer.

Y ese apoyo goza de un elevado consenso local y participación popular. Unas muestras de solidaridad que resultan muy habituales en los pueblos del norte europeo y mucho —muchísimo— más escasas en los países latinos. Claro que ese enraizamiento en Oroso no hubiera sido posible si los miembros de Asanog no fueran cabezotas, constantes, insistentes y optimistas. O sea, personas de esas que hacen falta en una sociedad cada vez más acostumbrada a la soledad ante una omnipresente pantalla (dígaselo a los adolescentes) y al sálvese quien pueda.

Asanog abrió una tienda en Sigüeiro de esas efímeras: fin de semana y hoy ya tiene echado el candado. Allí se vendió a precios absolutamente ridículos (por lo bajos) calzado, pero también sudaderas, collares y un montón de cosas. Por supuesto, quienes atendieron el ir y venir de la gente eran voluntarios, especímenes raros en la Europa del sur.

Estas iniciativas que surgen desde abajo son las interesantes. Sobre todo para el futuro de la sociedad, un futuro en el que la solidaridad va a ser incluso más fundamental que ahora ante transformaciones profundas como el cambio climático (¿recuerdan que el otro fin de semana cayó agua sin parar, y ayer y anteayer nos pusimos protector solar de 50 como mínimo?). Y Asanog está dando ejemplo con esas cosas sencillas y sin aspiraciones de conquistar el mundo. Pero el mundo se conquista, sí, con miles de esas acciones pequeñas.