Sin humo

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

07 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Está la hostelería compostelana de terraza, igual que la de todo el país, preocupada por la posible prohibición del tabaco en sus mesas al aire libre. Normal. Entre o no esta polémica medida en el plan antitabaco por la vía legislativa más allá de la voluntariedad o la autorregulación, tarde o temprano tendrá que ocurrir. Y ocurrirá porque los espacios tendrán que ser libres de humo allí donde el consumo de tabaco pueda molestar al prójimo. Y es obvio que en una terraza sin amplios espacios de separación entre mesas los no fumadores estarán condenados a aspirar las exhalaciones de quienes sí fumen. Debería ser un comportamiento natural que en esas circunstancias no se fume. ¿Debe quedar el sí o el no al criterio del hostelero o a la responsabilidad del propio fumador? ¿Debe imponerse por ley? Si se pretende efectividad y minimizar los problemas, mejor negro sobre blanco para que todo el mundo lo tenga claro. Los hosteleros porque seguro que no fumar en sus terrazas no va a ser, pese a sus temores, una debacle para sus economías, y los fumadores porque por puro civismo y en pro de la salud pública, también de la suya propia, no se les estará exigiendo nada de más. Cosa distinta son otros espacios públicos al aire libre. Ya saben ustedes que hay ciudades en países socialmente muy avanzados, y en otros que lo son menos, declaradas libres de tabaco, y muchos médicos consideran que ese es el camino a seguir. Aquí mismo, en el CHUS, hay reputados facultativos, no solo oncólogos, que aplaudirían una medida drástica como esa. Pero todo se andará. No es lo mismo fumar para matar la ansiedad durante la espera en medio de la cola para entrar en la Catedral que paseando por una calle o por un parque donde no hay nadie en cien metros a la redonda. Es un ejemplo un tanto drástico. La prohibición en un creciente número de playas en pleno verano va en esa misma dirección y ningún fumador debería indignarse por ello. En conclusión: en una sociedad civilizada y de respeto entre los ciudadanos, no debe ser un drama para nadie la prohibición de fumar en las terrazas. Y quien esto escribe es un fumador (moderado) a quien le gustaba hacerlo por puro placer y, por supuesto, sin molestar a nadie.