Sara Santos, presidenta de Hostelería Compostela: «Es triste que, por algo ajeno a nosotros, la asociación pueda desaparecer»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

«Vuelvo en un momento duro y con muchos frentes abiertos», afirma

29 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Sara Santos asumió nuevamente la presidencia de la Asociación Hostelería Compostela y Thor Rodríguez pasa a la vicepresidencia. Detrás del cambio, Santos deja claro que «se sigue la hoja de ruta que marcan los estatutos de la asociación, que aprobamos en asamblea. Tras dos años de restauración, con Thor; ahora son dos años del representante de los hoteles».

—Empieza con un comunicado contra el Concello, que es el más duro que se recuerda.

—Vaya por delante que me gusta la paz y el entendimiento. Hay cosas que se pueden hablar con calma y arreglar, pero otras alcanzan un nivel tan elevado que hay que tomar medidas. Tres asociaciones están unidas en esto. Afecta a muchos socios, que están muy afectados.

—¿Confía en que la reunión del día 2 aporte soluciones?

—Asistirá el gerente, que lleva este asunto. Nosotros tenemos las cosas claras. El problema viene de lejos. Cualquier cosa vale para cerrar un local. Nos quejamos de la falta de diligencia.

—¿Hay que cumplir las normas?

—Sí, pero no cerrar porque sí. Abren expedientes sobre otro que no está terminado. Cierran en 24 horas, y no resuelven hasta ocho o nueve meses después. Pides una licencia para terrazas en febrero y la conceden en octubre, cuando ya no puedes usarla. Ahí está el caso de un local que, teniendo la resolución favorable, abandona porque teme que lo vuelvan a cerrar por cualquier cosa. Mediciones de ruidos de días en los que el local está cerrado; eso provocó un cierre que no se resolverá en meses.

—¿Hay mucho enfado?

—A Urbanismo le da todo igual. No hay una compensación. Si van al juzgado a pedir daños, tardan años. No es soportable.

—En su anterior presidencia tuvo que lidiar con un grave problema económico, ahora vuelve cuando está próxima la resolución. ¿Qué puede pasar?

—Cierto. Hay dos cuestiones. En la vía penal tenemos más posibilidades, porque hay unas personas que ya asumieron que fueron ellos los culpables. Llegaron a un acuerdo, y pagarán. Lo lógico es que la asociación quede libre de pagar, pero el tema de la subvención de la Diputación para la cocina es un asunto que nos preocupa. Hablamos de 1.200.00 euros, 250.000 es el capital principal, y el resto, multa e intereses.

—Si el contencioso es desfavorable, ¿cuál es el futuro se la asociación?

Entraría en concursal. Que quede claro, que la cocina se hizo. Fue un problema de fechas en las facturas, se cobró y se pagó.

—¿Qué sentimientos le genera esta situación?

—Tristeza. Tenemos una junta directiva que trabaja para buscar soluciones a los problemas reales que preocupan al sector. Es triste que, por algo que es ajeno a nosotros, por algo que hicieron otros, todo esto se acabe. Nuestra labor es impecable. Se trabajó mucho por los socios, y seguiremos hasta que sea posible.

—¿Cuáles son esos asuntos reales que le traen de cabeza?

—Hay tantos frentes abiertos...

—¿Empezamos por una valoración de los datos turísticos?

—Julio fue flojo, pero en agosto hubo mucho movimiento aunque con pernoctaciones bajas. La media de estancia fue de un día. La restauración se queja de reservas fantasmas; y todos, del problema de los taxis.

—¿Qué ideas aportan para esto?

—Agradecemos que se nos escuche, pero aumentar el horario no sirve de nada. No hay taxis. Es necesario aumentar licencias.

—¿Taxis de fuera de Santiago?

—Una opción. Queremos servicio. No afecta solo a los turistas, también a los vecinos.

—¿Qué postura mantendrán en relación a la tasa turística?

—En principio, no estamos de acuerdo. Se nos tiene que explicar bien, hay que ver la viabilidad. No digo que no se cambie de idea, pero queremos que la gente pernocte más días y les cobramos por quedarse. A cambio, no les damos servicios. Ni taxis ni autobús al aeropuerto. Hoy por hoy, la tasa es imposible.

—¿Cómo afronta la pérdida de conexiones en el aeropuerto?

—Lo de siempre. Tres aeropuertos con malas conexiones, y la conclusión es que la gente viene y se va por Oporto. Hay que tener muchas ganas para venir a Santiago. Los turistas internacionales vienen vía Oporto, Madrid o Barcelona. Lo vemos en las tarjetas de embarque que se sacan en el hotel. Hacen una peregrinación aérea para llegar a Santiago.

«El casco histórico es todo fachada, por dentro está todo podrido. Las políticas echaron a la gente»

Aunque la presidenta de Hostelería reconoce que la ocupación de agosto fue alta, apunta que las estancias fueron de un día. «A las familias se les vio poco en los hoteles», indica.

—¿Las viviendas de uso turístico se llevan el turismo familiar?

—Es posible. No tengo nada contra ellas, siempre que tengan las mismas obligaciones que los hoteles. Son hospedaje puro y duro. Es posible que las familias y los grupos de amigos prefieran el modelo de las VUT. No rechazo ningún tipo de hospedaje, pero que las condiciones sean las mismas para todos.

—¿Algunos las acusan de agravar la pérdida de población?

—No se puede culpar a los hosteleros de la pérdida de población. El casco histórico es una maravilla, pero carece de servicios. No es de ahora, llevan años echando a los vecinos. Las políticas no favorecen vivir aquí. No se invierte en el casco histórico. No se arregla el problema de inundaciones, pedir una licencia para pintar el techo en la Rúa do Vilar supone meses. Es una fachada, se lava la cara, pero por dentro está todo podrido, en ruina. ¿A quién favorece el sistema de recogida de basura? A los vecinos, no.

—En los locales que quedan vacíos solo abren restauración o tiendas de recuerdos.

—Y la culpa es de quien abre un negocio... Si hay bares es porque da dinero, si no hay bancos, tiendas de alimentación y ropa, si se va el quiosco y casi no hay estancos, será que no dan dinero. No se puede culpar al sector de que se vacíe el casco, la gente se va porque no hay servicios y porque pedir una licencia de rehabilitación es eterno, y hay problemas para poner un ascensor, para arreglar ventanas. La gente se va por aburrimiento. Habría que flexibilizar la norma para salvar edificios, como es el caso del Yago.