José Antonio Bastos: «Con el ébola, la reacción fue lenta»

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

SANDRA ALONSO

02 oct 2014 . Actualizado a las 16:27 h.

José Antonio Bastos, presidente nacional de Médicos Sin Fronteras, visitó Galicia para participar activamente en la campaña de la delegación gallega para dar a conocer la labor de la oenegé y que tendrá mañana su colofón con la celebración de una gala en la sede de Afundación en Santiago.

-¿Qué ofrece Médicos Sin Fronteras?

-Estamos organizados para dar asistencia médica en momentos críticos. Damos una respuesta rápida y eficaz al instinto de compasión e indignación que surge cuando oímos noticias de países en los que hay un estallido bélico, un desastre natural o el ébola.

-¿Se ayuda lo suficiente?

-Grano a grano se hace el granero. Algunos de los problemas que afrontamos, no todos, se resuelve como pocos recursos. La vacuna de la malaria es un 1,20 euros; atender adecuadamente un parto, 30 euros. Ahora bien, montar un hospital para hacer cirugía en la zona próxima a Siria o atender a miles de enfermos de ébola es muy caro. Mucha gente hace un gran esfuerzo para apoyarnos.

-Hay países en emergencia crónica, pero ¿las personas nos acordamos de ellos solo cuando hay una catástrofe puntual?

-No debe ser una cuestión de solidaridad personal, sino de responsabilidad institucional. Todos estos países tienen ministerios de la salud y estas instituciones tienen acuerdos con países poderosos. Hay instituciones en el mundo encargadas de vigilar y responder a necesidades médicas y educativas. Si hicieran su trabajo a fondo, nos quedaría mucho más espacio a Médicos Sin Fronteras. Una de las razones de nuestra creación es compaginar acción con testimonio. Hay que dar a conocer la situación de estas personas y apuntar a las instituciones que están fallando. Los mecanismos estructurales de gobiernos y Naciones Unidas no funcionan como deberían funcionar y parte de nuestros trabajo es recordar que esto ocurre.

-¿Qué falla?

-Lo que falla es la indiferencia, la falta de interés. En Uganda, en el 2004 había un genocidio que no le interesaba a nadie. Desde el 2011 se viene hablando de la situación de la República Centroafricana, pero ha sido en el 2013 cuando la situación es catastrófica cuando se han movido.

-¿Ha pasado esto con el ébola?

-Efectivamente. A la OMS y Naciones Unidas le dijimos, cuando empezó el brote en enero, que no estaban haciendo nada. Y tuvimos un mensaje de la OMS tachándonos de alarmistas. Ojalá hubieran tenido razón ellos, pero no ha sido así.

-¿Se les ha sido de las manos?

-Exactamente. Todo empezó en enero, no se detectó hasta marzo o abril, algo normal. Fue cuando empezamos a trabajar como en otros brotes pequeños y, en abril-mayo insistimos en la epidemia y pedimos apoyo. Entonces era una epidemia controlada, pero con un comportamiento geográfico raro. Entre mayo, julio y agosto se ha disparado. Lo que ha ocurrido era previsible. Si hubiera habido una respuesta contundente en el inicio, se habría controlado. Estaríamos con 2.000 casos y no con los 200.000 a los que llegaremos. Pero la reacción fue lenta. En Nigeria se controló el brote de veinte personas y en el Senegal, uno. El problema está en Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry. Lo más pobre y atrasado de África. La próxima semana empezará, espero, a verse la reacción de países poderosos. Pero con un retraso de ocho semanas. Faltan gobiernos, como el español, por comprometerse a dar el paso adelante. No hace falta solo dinero, faltan equipos para trabajar.

-¿Europa está a salvo?

-Puede haber algún caso, pero es improbable una epidemia.