La veinteañera de Pontevedra que vive entre quesos: «Ojalá todos los vicios fuesen tan sanos como este»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Alba López Figueira, de 22 años, que ofrece en su tienda alrededor de veinte referencias de quesos artesanos de todo el mundo
Alba López Figueira, de 22 años, que ofrece en su tienda alrededor de veinte referencias de quesos artesanos de todo el mundo CAPOTILLO

Alba cayó en una tienda especializada en lácteos de Pontevedra casi por casualidad y su vida cambió; con 22 años cogió un negocio de esos que los maestros queseros adoran y que ella defiende con pasión y sonrisa

28 mar 2024 . Actualizado a las 20:21 h.

Se llama Alba López Filgueira, tiene 22 años, y su vida huele y sabe a queso. Ella es la cara visible de Amarela, una tienda especializada en quesos artesanos y ubicada en Virxe do Camiño, esa calle de Pontevedra que cogió vida con la peatonalización y que con mucho esfuerzo se está convirtiendo en una especie de paraíso del gourmet, con tiendas de esas de las que uno sale reconciliado y enamorado de los sabores del mundo. Ella cayó en Amarela casi de casualidad, pero su vida cambió desde aquel momento. Ahora es autónoma, lleva las riendas de este singular negocio y cuenta las historias de sus quesos como si fuesen pequeños cuentos; narrando cómo, quién y dónde está hecho cada uno de ellos y los bonitos secretos que atesoran.

Alba es vecina del barrio pontevedrés de Monte Porreiro, donde fue al colegio y cursó también la ESO. Tras la formación secundaria, comenzó a trabajar en lo que iba saliendo. «Curranta sí que soy», señala. Se empleó en una floristería y se ocupó también limpiando pisos turísticos. De todo ello aprendió algo: «Vi que me encantaba tratar con el público, que atender a la gente era algo muy gratificante». Entones, pidió trabajo en Amarela, la citada tienda especializada en quesos. Y, tras unos meses como empleada, su jefe le propuso que se quedase con el negocio: «Él tenía otras tiendas en Galicia y entonces me quedé como con una especie de franquicia».

Descubrió ahí dos mundos diferentes. Por una parte, todo lo que significa ser autónomo. Y, por otro, se introdujo a marchas forzadas en la galaxia del queso, al darse cuenta además de que muchos clientes son expertos en la materia y no conviene defraudarles. De lo primero, de lo de ser autónomo, podría hablar bastante y no para bien, precisamente. Pero de lo segundo, de sus quesos, solo cuenta maravillas.

Alba clava la vista en su mostrador y empieza a contar historias. Viaja hasta Francia para hablar del queso Morbier, que lleva el nombre de la región en la que se produce. Señala ella hacia una línea negra que se ve en medio del queso y cuenta: «Esa franja gris horizontal que lo atraviesa es una capa de ceniza de carbón vegetal. Antiguamente, las ponían para separar la leche de cada ordeño, y así quedó», cuenta. Habla con mimo de la variedad italiana Pecorino, de otra pieza que tiene curada en salvado de trigo o de una más que lleva pimentón. Y su voz se emociona cuando llega hasta los quesos gallegos: ¡Es que en Galicia tenemos maravillas!». Elige el Lía, elaborado por la quesería Bisqato en Guitiriz (Lugo), y cuenta: «Este gusta muchísimo, está hecho con leche cruda de vacas de pastoreo y tiene una calidad muy buena». Se va hacia otro de Silleda, el Marianne, y concluye: «Cuando pruebas un trocito de estos quesos te das cuenta de que lo que comías antes tenía muy poco sabor comparado con esto... me pasó a mí, y ahora he contagiado a toda la familia. No hay nadie que no me esté pidiendo quesos... y algunos ni siquiera sabía que le gustaba el queso. Pero es que hay auténticas obras de arte en este mundo». 

Del mostrador al Instagram

Alba es consciente de lo difícil que resulta para una tienda sobrevivir casi exclusivamente con un producto —tiene algunos vinos, conservas, cafés o mermeladas artesanas, pero el grueso de las referencias son de lácteos—, pero de momento está contenta y cree que el emplazamiento, en pleno Camino Portugués y en una calle con más negocios del sector gourmet, le puede beneficiar. Desde luego, a ella no le faltan ganas de intentarlo, y lo mismo ofrece su sonrisa tras el mostrador que promociona sus productos en las redes sociales y se inventa tarjetas regalos o construye cestas monísimas para que el queso sea un obsequio perfecto. Además, tiene respuestas para casi todas las preguntas. Y dice: «¿Son caros los quesos artesanos? Depende los ojos que los miren. Sabes que comes una calidad enorme e igual te compensa un cachito de esto y no mucho de otro». Luego, añade: «¿Los quesos engordan? Hay de todo, los de cabra autóctona son los de menos grasa. De todas formas, ojalá todos los vicios fuesen tan sanos como el del queso».