Vocaciones científicas en la era de la revolución tecnológica

María D. Mayán Santos INVESTIGADORA JEFA DE GRUPO EN EL CINBIO. UNIVERSIDAD DE VIGO. COORDINADORA DEL GRUPO MUJER Y CIENCIA EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE BIOQUÍMICA Y BIOLOGÍA MOLECULAR (SEBBM)

OPINIÓN

María Pedreda

11 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 11 de febrero como el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, en el 2015, en reconocimiento al papel crucial que desempeñan las mujeres en la comunidad científica y tecnológica. Desde entonces hemos estado celebrando el 11-F aspirando a no tener que hacerlo, porque ya hemos alcanzado la tan anhelada igualdad en puestos de liderazgo que nos permitan participar en la toma de decisiones. Aunque se han logrado avances significativos, aún persisten múltiples barreras que limitan el progreso de las mujeres en las carreras científicas. Todavía no hemos superado los sesgos y estereotipos que encasillan a las mujeres en ciertas habilidades y roles que generan obstáculos en su trayectoria científica. Deseamos que las responsabilidades domésticas y de cuidado sean compartidas, que la maternidad sea respaldada plenamente, permitiendo a las mujeres ser humanas y vivir su maternidad con naturalidad, incluyendo el tiempo de lactancia.

La ciencia está mayoritariamente compuesta por mujeres en posiciones de investigadoras predoctorales, posdoctorales y personal técnico, pero son nuestros compañeros quienes ocupan los porcentajes en puestos de liderazgo. Para abordar esta brecha es clave que las instituciones científicas y administraciones pasen a una política de acción. Por ejemplo, es necesario crear espacios seguros, donde el mérito no sea penalizado y el acoso laboral no sea una realidad. Reconocer la existencia del problema es el primer paso, y comprometerse con el cambio, el segundo. Necesitamos direcciones que valoren el talento y analicen por qué se pierden mujeres a lo largo de la carrera investigadora, la famosa «tubería que gotea».

Esta tarea solo la pueden hacer las administraciones, que deberían actuar con diligencia para eliminar estos entornos poco seguros y promover una cultura de talento, respeto y equidad en todos los ámbitos científicos y técnicos. A nivel biomédico, en Galicia contamos con líderes comprometidos en la dirección del Cinbio, en la del CIMUS, a cargo del IDIS o en la del CiQUS, entre otros, que trabajan incansablemente para captar y promover el talento, la diversidad y crear espacios seguros. Sin embargo, es imperativo que se actúe en aquellos lugares con estructuras jerárquicas con tendencias tradicionales y poco sensibles hacia la equidad de género, que claramente obstaculizan el progreso y merman la competitividad del propio centro y carreras investigadoras de personal joven altamente cualificado.

No podemos permitir políticas de avestruz que evadan o ignoren este problema tan importante y que perpetúan ambientes tóxicos en el lugar de trabajo. Cuando la precariedad es la norma y el acoso laboral la solución, es comprensible que muchas personas se desalienten a seguir esa vocación y resulte difícil despertar nuevas inclinaciones científicas. Se requieren acciones que garanticen entornos laborales que promuevan la equidad, la transparencia y el respeto en la ciencia y en las carreras STEAM. No debería ser tan difícil ser mujer y científica en un campo que ya de por sí está fundamentado en la competitividad y la excelencia. El futuro laboral está en el ámbito científico y tecnológico, donde más del 70 % de los empleos estarán relacionados con estas áreas. Las mujeres no somos una minoría, sino el 50 % de nuestra sociedad. ¿Podemos permitirnos como país perder el 50 % del talento? La diversidad es clave para el progreso y es responsabilidad de todos construir una sociedad más inclusiva y equitativa. En resumen, un país más justo y competitivo. Es hora de actuar, antes de que nos veamos superados por la ola del estancamiento y la mediocridad en la competencia científica internacional.