Los políticos americanos con éxito popular y controvertidos provocan debates en redes y platós y hacen que otros políticos quieran parecerse a ellos. Y conseguir una foto juntos.
Javier Milei y Nayib Bukele rigen los destinos de dos países muy distintos, por tamaño, ubicación, historia y características sociales: Argentina y El Salvador. Ellos comparten rasgos inquietantes. Sus políticas son poco ortodoxas, rompedoras. No tendría nada de malo si no amenazaran los límites del sistema democrático en el que fueron elegidos por amplia o abrumadora mayoría. Muchas dictaduras empiezan insultando, como Milei, a los que votan en contra y haciendo listas públicas de «traidores y leales».
A ambos les gusta el culto a la personalidad tanto como a las momias que en su día dirigieron la Unión Soviética. Y el populismo. A Milei siempre lo perseguirá la motosierra que esgrimió antes de pactar con la casta que, azares del destino, antes deploraba.
Bukele, que fue publicista y ha conseguido un gran logro, poner coto al terror de las maras en su país, ha creado un culto en torno a su figura y se vende como el presidente millennial. Su mandato tiene profundas sombras. La apuesta por hacer de El Salvador un paraíso de las criptomonedas salió mal, muy mal. Perdieron mucho dinero con la Ley bitcóin. ¿Les sobraba? No.