No diga dinero, diga estatus

Manel Antelo PROFESOR DE ECONOMÍA DE LA USC

OPINIÓN

GONZALO FUENTES | REUTERS

18 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Más que con la aritmética, el dinero tiene que ver con psicología, y, por esa razón, cuando hablamos de dinero el comportamiento del ser humano tiene una fuerte carga de irracionalidad. Dado que adoptar cada decisión de manera informada y racional puede resultar inmanejable, nuestro cerebro se vale de atajos mentales para procesar dicha información y tomar decisiones. Estos atajos, que en mayor o menor medida todos tenemos interiorizados y automatizados, se conocen como trampas o sesgos cognitivos y le sorprenderían la cantidad de ellos que se acumulan en cualquier persona.

Permítanme que les describa algunos. Para empezar, estamos programados para buscar la recompensa inmediata en lugar de pensar a largo plazo. Por ejemplo, mucha gente prefiere tener 50 euros ahora y no 100 en el futuro. Si usted es de estas personas, sepa que le afecta el sesgo de descuento hiperbólico y le dificultará planificar adecuadamente las finanzas, porque altera la disciplina de retrasar la recompensa (algo que, por definición, es rentable en economía) y le expone a riesgos innecesarios. Pero hay más. El sesgo de la aversión a la pérdida nos lleva a evitar la pérdida más que a conseguir una ganancia, es decir, nos hace conservadores de serie y limita las oportunidades de aumentar nuestra riqueza. Asimismo, «lo que fácil viene, fácil se va» no es solo un refrán, sino la expresión gráfica del sesgo de la contabilidad mental y que nos lleva a valorar el dinero de forma distinta según su origen o su destino. Algo irracional a todas luces, porque el dinero es el mismo.

Otra razón de por qué la irracionalidad nos puede cuando se trata de dinero es porque simboliza mejor que ninguna otra cosa el estatus social. Y como los humanos estamos evolutivamente programados para tratar de alcanzar el mayor estatus posible, cuanto más estatus se tiene, más se quiere. No es casual que el esfuerzo que hacen las personas con más dinero por conseguir aún más sea mayor que el que hacen las que poseen menos. Un millón de euros no supone nada para alguien como Elon Musk, ni le cambia la vida en absoluto; sin embargo, tratará de conseguirlo más denodadamente que quien esté en una posición mucho más baja. Como se ve, hablamos de incentivos que es harto difícil de contrarrestar con la razón; sobre todo, porque el estatus en la comparación con los semejantes es una parte de la identidad del ser humano. Y el dinero, al configurar en gran medida ese estatus, entra a formar parte de lo que las personas creen que son.

En fin, no es extraño que las conductas aparentemente irracionales con tal de conseguir dinero estén a la orden del día, pues la atracción hacia la promesa de enriquecimiento rápido, sin importar que los métodos utilizados sean dudosos o directamente timos como cualquier negocio piramidal que se nos ocurra, es irremediable. Quien más y quien menos cae en esas decisiones irracionales alguna vez.