El woke-patriarcado

Manuel Fernández Blanco
Manuel Fernández Blanco PSICOANALISTA Y PSICÓLOGO CLÍNICO

OPINIÓN

INTERNET

28 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La ideología woke responde al llamado de «estar despiertos», «conscientes», a cualquier forma de dominación (sexual, racial, o de clase). La figura que encarnaría el prototipo del dominio a combatir respondería al perfil de un hombre blanco, hetero normativo, burgués y colonialista. El llamado régimen patriarcal podría englobar las diferentes modalidades en las que se manifiesta la dominación que debe ser erradicada.

Desde un planteamiento progresista, y de defensa de la igualdad y los derechos humanos, solo se puede estar a favor de combatir cualquier clase de discriminación y explotación en función del sexo, raza, etnia, o clase social. Pero no es infrecuente que el ser humano incurra en la misma falta que denuncia. En ocasiones lo hace a sabiendas, es decir, desde una posición ética cínica. En otras, lo hace de modo inconsciente. Esto último no hace al sujeto inocente, en el sentido de la responsabilidad sobre las consecuencias de sus actos, solo lo hace ingenuo. Pero, con demasiada frecuencia, la ingenuidad puede ser una vía privilegiada hacia la maldad.

Si la cultura patriarcal es el núcleo de todas las formas de opresión, la cultura woke corre el riesgo de entronizar al mismo padre que combate. Sería más exacto decir la peor versión del padre que combate. La del padre que se identificaba con la ley, y que la pretendía encarnar para sus hijos. La del padre que no admitía ningún tipo de disidencia. La cultura woke reproduce al padre autoritario y feroz que castigaba con dureza y condenaba al ostracismo a quien no se plegaba a sus mandatos. Reintroduce esa figura del padre que dictaba su ley arbitraria sobre todo y excluía (hoy diríamos «cancelaba») a quien no se plegaba a sus designios. El discurso woke evoca una figura cruel y tiránica: la del padre impositivo que supuestamente combate.

La ideología woke se caracteriza por la intolerancia. Las «políticas de cancelación», de carácter retroactivo, dejan al sujeto, también a aquel que ha rectificado su posición, indefenso ante su pasado. La libertad de expresión, tan fuertemente reivindicada, es solo admitida respecto a la opinión «aceptable». Por otra parte, el revisionismo cultural que promueve degrada el arte y la cultura.

El sujeto ideal, desde la perspectiva woke, sería un sujeto sin «bajas pasiones». Un sujeto desprovisto de su conflictiva humanidad. Un sujeto abocado a la autocensura y a una nueva clandestinidad.