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El multimillonario indio Prakash Hinduja que paga en ripias al personal a su servicio en sus mansiones de Suiza

17 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Asiduos en las listas de los clanes más poderosos y acaudalados del planeta, andan los Hinduja —dueños de un imperio en el que una puede encontrar de casi todo: desde hoteles de lujo, bancos, firmas de transporte, energía, medios de comunicación o ladrillo, hasta firmas del sector informático— en el epicentro de una gran polvareda. La que han levantado las acusaciones de tráfico de personas que pesan sobre cuatro miembros de la saga de origen indio.

Las imputaciones se ciernen sobre la familia de Prakash Hinduja (Sindh,1945), uno de los tres hermanos que controlan la mayor parte de la fortuna del clan, que roza los 15.000 millones de dólares. Él es el presidente para Europa del grupo.

Jornadas de 18 horas, semanas laborales de siete días, un búnker nuclear sin ventanas como dormitorio, pasaportes confiscados, visas de turistas obtenidas de manera fraudulenta y salarios ínfimos abonados en rupias en una cuenta bancaria india a la que no se podía acceder desde Suiza, son solo algunos de los detalles que refleja el escrito de acusación del principal fiscal de delitos financieros de Ginebra. Un documento elaborado a partir del relato de los denunciantes, tres empleados domésticos del matrimonio Prakash que trabajaron durante algunos años en la mansión que el magnate y su esposa Kamal poseen a orillas del lago Lemán, en Ginebra.

Los tres son indios, y desde allí llegaron a tierras suizas de la mano de los Hinduja. Creían haber alcanzado el sueño de dejar atrás la pobreza. Nada más lejos de la realidad, a decir del fiscal, quien mantiene que lo que les esperaba no era otra cosa que el aislamiento y la explotación. Sin papeles, ni dominio del idioma, ni conocidos a los que denunciar su situación, quedaron a merced de sus patrones.

Cuidar de los niños, realizar las tareas domésticas y pasear perros dentro y alrededor de la villa de ensueño de los Hinduja eran solo algunos de los trabajos que realizaban a diario. Lo propio hacían cuando acompañaban a la familia en sus viajes a Villars, en los Alpes suizos; a Cannes, en la Costa Azul; e incluso a Davos, para que Prakash asistiera al famoso Foro Económico Mundial, del que se declara fan.

Y lo peor es que no son los únicos. Otros tres empleados presentaron en su día sendas denuncias por idénticos motivos contra la familia de Prakash, pero, misteriosamente, acabaron retirándolas. Y dice el fiscal que hay más personas en la misma situación, pero que no han logrado localizarlas.

Como podrán imaginarse, los Hinduja lo niegan todo. Dicen sus abogados —que, por supuesto, llevan tiempo alargando el proceso inundando de apelaciones el tribunal que ha de juzgar los hechos— que el caso no se sostiene, que el escrito del fiscal está basado en una «sarta de mentiras».

Con tanta apelación, el juicio todavía no ha arrancado, pero ya se sabe que el fiscal va a pedir penas de cárcel: de más de dos años, pero no superiores a diez.

El caso se asemeja bastante al que se juzgó en Bélgica en el 2017, cuando un tribunal encontró culpables a ocho princesas de Emiratos Árabes Unidos de tráfico de personas por el viaje que hicieron en el 2008 a Bruselas acompañadas de 20 personas como servicio doméstico.

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