Balada triste de violín

Emilio R. Pérez

LUGO

27 mar 2024 . Actualizado a las 17:51 h.

La tenía ahí dormitando, y como no me viene hoy a la cabeza asunto alguno al que pueda meterle mano, voy a cubrir el expediente relatando la pequeña y triste historia que me ocurrió hace unos días y que estaba, como digo, pugnando ahí por salir.

?En tu plaza de garaje hay un gato moribundo ?me dice por teléfono el del 3ºB.

Me vuelvo a casa estupefacto y, en efecto, estaba allí. Era un cachorrito blanco y gris que yacía exánime sobre unos sacos que tengo ahí. Estaba claro, al gatito lo atropellaron, vio la puerta del garaje abierta y, por instinto, fue a refugiarse allí, sobre los sacos. Llamé al momento a los servicios del Concello y se lo llevaron.

?Papá, es una inequívoca señal, si sobrevive tienes que adoptarlo ?clamaron casi al unísono mis hijos por wasap.

No soy muy de mascotas, lo reconozco; dado, no obstante, el drama, confieso que el corazón se me ablandó y me comprometí. Pero nada. A los dos días el amable funcionario que lo había recogido me llamó para decirme:

?No ha habido suerte, amigo, creímos que podría salir porque aguantó las 24 horas críticas, pero al poco el pobrecillo se murió. Lo siento.

Sí, el pobre animalito estaba reventado. Se veía venir.

Los que andamos a esta cosa de escribir, contamos con imaginación volátil, así que en el momento en que me dieron la noticia, la desazón me descentró y se me fue a tomar vientos por ahí. Quizás sonó un violín por dentro y una de sus notas de dolor me dijo esto: qué hay más triste, amigo mío, que los ojos moribundos de cualquier cachorro de ser vivo. La muerte es sufrimiento, y mientras no se saque Dios una amnistía, nuestro sino está en morir. No, no estamos vacunados contra esto. Adiós, gatito.