El caso Asunta: los pasos de Rosario Porto y Alfonso Basterra hasta matar a su hija

X.M. / G.V. REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Imagen del juicio, que se celebró en el 2015
Imagen del juicio, que se celebró en el 2015 XOÁN A. SOLER

Meses drogando a la niña, una historia sobre un hombre de negro, las fotos en el ordenador del padre y la propia relación entre los condenados tras su divorcio. ¿Cuándo se planeó el crimen? ¿Por qué lo hicieron? ¿Fue Asunta consciente de lo que pretendían en algún momento?

27 abr 2024 . Actualizado a las 16:14 h.

Han pasado más de diez años desde aquel 21 de septiembre del 2013 que heló la sangre de toda España por el asesinato en Santiago a manos de sus propios padres de la niña Asunta, que estaba a punto de cumplir trece años y a la que ambos adoptaron en China cuando era un bebé.

Un caso que vuelve ahora a la actualidad por el estreno de la serie de Netflix, El caso Asunta, que tendrá lugar el 26 de abril. 

Han sido más de diez años en los que han pasado muchas cosas. La más relevante, el suicidio en la cárcel de Brieva (Ávila) de la madre y asesina de la niña, Rosario Porto Ortega, que el 18 de noviembre del 2020 se ahorcó en su celda con el cinturón de su bata.

Sin embargo, ni ella ni su exmarido, Alfonso Basterra Camporro, mostraron en todo este tiempo ni un ápice de arrepentimiento y jamás han querido poner luz sobre las zonas grises que aún rodean a ese suceso, marcado en rojo en la historia negra reciente en España. Todas las preguntas que aún están sin contestar pueden resumirse en una: ¿por qué lo hicieron?

Del crimen de Asunta se sabe casi todo. La sentencia de la Audiencia Provincial, confirmada después por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia y por el Supremo, dejó claro que Rosario Porto y Alfonso Basterra idearon y ejecutaron juntos y de común acuerdo el plan del asesinato de su hija. Ambos suministraron a la niña, desde al menos tres meses antes de su muerte, un medicamento que contenía lorazepam, una benzodiacepina que produce somnolencia y sedación.

El padre fue el que en al menos tres ocasiones, entre principios del mes de julio y mediados del mes de septiembre del 2013, compró en una farmacia de la céntrica calle del Horreo de la capital gallega 125 comprimidos de Orfidal.

Tras aquellos pasos previos, el 21 de septiembre del 2013, Porto y Basterra comieron con ella en el piso en el que vivía el padre tras la separación de la pareja, en el número 8 de la calle República Argentina, muy cerca del domicilio que tenían la madre y la niña, en Doutor Teixeiro. Fue en ese momento en el que le suministraron una dosis tóxica de lorazepam para, cuando le hiciera efecto y estuviera sedada, asfixiarla hasta la muerte. Después de las 18.15 horas, Rosario fue a buscar su coche a un garaje situado en la calle Xeneral Pardiñas, en el que llevó a la pequeña hasta la casa que tenía en Montouto (Teo). Allí, entre las 18.33 y las 20 horas, le tapó nariz y boca probablemente con un clínex para asfixiarla. En un momento próximo a la muerte le ató los brazos y los tobillos con unas cuerdas de plástico naranja que impidieron que Asunta, que estaba además muy drogada, tuviese la más mínima posibilidad de defenderse. Consumado el filicidio, dejó el cadáver en una pista forestal cercana y se fue a su casa para continuar con el plan previsto: simular que la niña había desaparecido y que alguien desconocido la había matado.

Los interrogantes

Esta es la verdad probada y demostrada por una gran cantidad de pruebas. El juicio respondió con certezas a seis de las siete preguntas de oro. Sabemos qué pasó, quién lo hizo, cuándo, dónde, cómo y con qué. Pero envuelto en brumas sigue desde hace diez años el porqué. ¿Por qué unos padres asesinaron cruelmente a una hija que fue en su día tan deseada que fueron a buscarla a China? Una sentencia condenatoria no necesita contestar a esta cuestión. Basta con demostrar la autoría del asesinato. Pero la verdad es que todos aquellos que se estremecieron con el caso Asunta siempre necesitarán conocer los motivos de un crimen de esta magnitud, la de unos padres hacia su hija. Para casos como el de Rosario Porto y Alfonso Basterra casi nunca hay explicación.

Asunta Basterra destacaba por su inteligencia, con muy buenas notas en el instituto, a la vez que estudiaba música y ballet. Su prometedor futuro fue segado por sus propios padres
Asunta Basterra destacaba por su inteligencia, con muy buenas notas en el instituto, a la vez que estudiaba música y ballet. Su prometedor futuro fue segado por sus propios padres

En esa nebulosa grisácea también pulula cuál era la verdadera relación entre los dos condenados. Por qué, pese a la evidente tensión que mantenían desde que ella inició una relación con un empresario, él no dudó en cuidarla cuando se puso enferma y tuvo que ingresar en el hospital. Por qué ella le prometió que no volvería a ver a su amante, pese a que ya estaban separados y legalmente divorciados. ¿Pensaban reiniciar la relación? Los que conocían a Rosario lo ven imposible. ¿Comenzó en ese momento a gestarse el plan de asesinato? Parece que sí, que ese fue el punto en el que uno y otro sellaron con sangre y fuego el complot que iba a atar sus palabras y sus silencios con un lazo aún más poderoso que el matrimonio o la paternidad.

Las sedaciones previas

Fue entonces cuando la vida de los Basterra-Porto se apartó de la luz y se rodeó de tinieblas. Sombras que en estos más de diez años no han dejado de envolver el crimen, impidiendo saber con certeza los motivos por los que estos padres que se esforzaban en proyectar una imagen de familia perfecta terminaron perpetrando ese asesinato.

¿Por qué drogaron a Asunta al menos tres meses antes del crimen? ¿Fueron intentos previos de acabar con su vida con una sobredosis de lorazepam? La niña se dio cuenta de que algo pasaba y le dijo a sus profesoras de música que sus padres la estaban engañando y que le habían dado unos «polvos blancos» que la habían dejado dos días dormida. La droga dejó rastro en el pelo de la pequeña, por lo que era innegable que la había ingerido, pero Basterra jamás se movió un ápice de su versión de que le daban un remedio para una alergia que nadie diagnosticó a su hija.

¿Y qué decir del llamado hombre de negro? Fue un surrealista episodio ocurrido en la madrugada del 4 julio, semanas antes del asesinato, en el que un varón vestido con ropa oscura y portando guantes de látex entró en el piso en el que Rosario y su hija vivían en Santiago. La madre dijo que un grito la despertó en la noche y que fue cuando vio aquella figura que atacaba a Asunta en su habitación, por lo que la persiguió por el pasillo, pero huyó. También relató que el asaltante pudo entrar porque ella se había dejado las llaves puestas por fuera de la puerta. Ya fue casualidad... Más raro fue que no denunciase el incidente a la Policía y que solo hablase de él cuando interpuso la denuncia por desaparición. ¿Fue otro intento de asesinato por parte de los padres que salió mal?

Con Porto muerta, todo indica que nunca se sabrá, ya que ella era la única que, por momentos, dio muestras de que la verdad se le atragantaba en el pecho y que quería soltarla. Basterra, por contra, siempre se ha mostrado frío e imperturbable. De él no cabe esperar que un día se decida a contar qué les pasaba por la cabeza a él y a su exmujer en aquellos días oscuros de finales del verano del 2013. El padre de Asunta sigue en la prisión de Teixeiro y hasta el pasado enero no pidió poder acceder al tercer grado, aunque ya ha cumplido más de la cuarta parte de su condena. 

Tampoco parece posible que Basterra explique algún día por qué en su ordenador había fotografías de su hija con posturas provocativas, y otras en las que aparecía dormida en un saco, como amortajada. En su día, su portátil desapareció cuando la Guardia Civil registró su piso y apareció después con su memoria convenientemente borrada, pero los expertos informáticos fueron capaces de recuperar muchos documentos. Entre ellos, una gran cantidad de ficheros con pornografía en la que las protagonistas eran mujeres muy jóvenes y de raza asiática. ¿Qué hacía con esas fotos? En algunas, la niña parecía tener los ojos vidriosos y las pupilas dilatadas, por lo que podría estar bajo los efectos de la misma droga que utilizaron para matarla. ¿Hablará Alfonso algún día?

¿Estuvo o no Alfonso Basterra en la casa donde mataron a su hija?

Los hechos dan a entender que Alfonso Basterra ideó en realidad dos planes. Uno, compartido con Rosario Porto, para drogar y asesinar a su hija Asunta. Y otro oculto a los ojos de su exmujer para borrar su rastro del complot y que las pruebas solo señalasen a la madre de la niña. Estuvo muy cerca de salirse con la suya.

A Rosario pronto la acosaron las pruebas. Las cámaras de videovigilancia instaladas en bancos y negocios la captaron caminando hacia su garaje y en el coche con Asunta subida en el asiento del acompañante y camino de la casa de Teo. Las imágenes echaron por tierra su versión inicial de que había dejado a la niña sola en casa haciendo los deberes y que ya no estaba cuando regresó. Estuvo a punto de confesar en ese momento, pero no lo hizo. Dio la sensación de que temía que si contaba la verdad, Alfonso podía desvelar algo que para ella era más vergonzante que el asesinato de su propia hija. La señal de su móvil también la situó en el chalé en el que se consumó el crimen y la alarma hasta registró el momento exacto en el que entró: las 18.33 horas.

Basterra, en cambio, fue mucho más sibilino. Solo le captó una cámara, la del banco que estaba en la esquina de su domicilio. Y fue porque así lo planeó y quiso para crearse una coartada. En las imágenes se le ve ir y venir como un oso enjaulado justo después de que él y su exmujer hubiesen puesto en marcha la fase del plan en la que simulaban estar buscando a Asunta y denunciaban su desaparición en comisaría.

Por mucho que escudriñaron los expertos de la Guardia Civil, no encontraron ni rastro de Basterra en las imágenes en las que la madre llevaba a Asunta en su coche hacia Teo. Sin duda, él quiso apartarse de las acciones decisivas del asesinato con el fin de librarse de la condena. Si no estaba en el coche, no podía probarse que estuvo en la casa y, por lo tanto, que participó en el momento en el que la niña fue asfixiada sin poder defenderse por estar drogada y atada de pies y manos.

Un detalle escapó al control de Alfonso: una chica que coincidió con Asunta en clases de francés le vio junto a la niña en el cruce entre las calles Xeneral Pardiñas y República del Salvador de Santiago. En ese momento tenía que estar ya muy drogada y él esperaba a que llegase Rosario para llevar a la niña en coche a la casa de Teo. La testigo narró en el juicio con gran firmeza que, tras leer en la prensa como el padre de la fallecida decía que no había salido de casa en toda la tarde, se decidió a acudir a la Guardia Civil para contar que eso era falso.

Fue el último clavo en el ataúd judicial de Alfonso Basterra. Los hechos le situaban ya en las sedaciones previas al crimen, comprando grandes cantidades del medicamento con el que drogaron a la niña y que, además, le fue suministrado en una comida que los tres celebraron aquel día en su piso. Y ahora, además, custodiando a su hija drogada para que su exmujer la llevase a la muerte que ambos habían planeado. Si el padre estuvo o no en la casa de Teo cuando la pequeña fue asfixiada es otra zona gris del caso, pero no empaña la certeza de que sí planeó y ejecutó el plan de asesinato junto a Rosario.

Las fechas clave del crimen 

Esta es la cronología de los momentos más impactantes del asesinato que conmocionó a Galicia:

21 de septiembre de 2013

Drogada y asfixiada hasta la muerte. Rosario Porto y Alfonso Basterra suministraron una dosis tóxica de lorazepam a su hija, la llevaron a la casa de Teo y allí la niña fue asfixiada hasta la muerte drogada y atada para que no pudiera defenderse. Los padres denuncian la desaparición de la niña.

22 de septiembre de 2013

El cadáver aparece en una pista en Teo. Dos hombres que pasaban en un coche ven tirado en la cuneta de una pista en Teo el cuerpo sin vida de Asunta, cuya desaparición había sido denunciada el día antes por los padres para ocultar el crimen.

24 de septiembre de 2013

La madre, detenida en el velatorio. La Guardia Civil detiene a Rosario Porto en el mismo tanatorio de Santiago en el que se estaba velando a Asunta. El arresto dejó boquiabiertos a los amigos de la mujer, muy conocida en la capital gallega.

27 de septiembre de 2013

El juez Taín envía a prisión a los padres. Tras la detención de la madre de la niña, el juez Vázquez Taín hizo después lo mismo con el padre y envió a ambos a prisión preventiva tras tomarles declaración. Ya no saldrían nunca más de la cárcel.

29 de septiembre de 2015

Comienza el juicio en la Audiencia Provincial. Tras una investigación empañada por el error cometido en el laboratorio de la Guardia Civil en el que la camiseta de Asunta se manchó del semen de un tercero, el juicio empezó en la Audiencia de Santiago. 

30 de octubre de 2015

El jurado condena a los padres por asesinato. No hubo la más mínima fisura ni duda en el jurado popular, que por unanimidad condenó a Rosario Porto y a Alfonso Basterra por el asesinato de su hija. El juez impuso después a ambos 18 años de cárcel.

22 de noviembre de 2016

El Tribunal Supremo confirma las penas. Al igual que hizo antes el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, el Supremo confirmó las penas a las que habían condenado a los padres y asesinos de Asunta, rechazando de plano sus recursos.

18 de noviembre de 2020

Rosario Porto se ahorca en su celda. Tras dos intentos anteriores en los que no quedó muy claro si quiso quitarse la vida o llamar la atención, una Rosario Porto cada vez más alterada en prisión se ahorcó en su celda con el cinturón de su bata.