Los Iván Redondo que susurran a los líderes gallegos

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

SANDRA ALONSO

Los hombres y mujeres que susurran a los políticos autonómicos se caracterizan por ser inteligentes, intuitivos y con una cabeza analítica

01 feb 2020 . Actualizado a las 09:37 h.

La figura del jefe de gabinete ha recuperado en el Gobierno de España la dimensión que siempre admiramos en las ficciones norteamericanas de temática política, donde los asesores áulicos han contribuido, encarnados por secundarios de lujo, a dinamizar las tramas con silencios evocadores y encuentros enigmáticos en aparcamientos vacíos. Si usted sabe quién es Iván Redondo y desconoce el nombre del ministro de Justicia significa que es consciente del mando que puede llegar a acumular esta atractiva figura en un centro de poder, con tres ventajas notables: solo rinden cuentas ante el jefe, no tienen responsabilidades fijas y esquivan el desgaste público.

El rasputín vasco solo lleva tres años junto a Pedro Sánchez, pero ya le atribuyen méritos de altura, meteduras de pata hasta el fondo y algunas leyendas de palacio. Con un currículo moldeado para ocupar su actual puesto, no ha tenido reparos en trabajar para un partido o su adversario, una circunstancia que no se da entre los gurús gallegos, que accedieron a los círculos de confianza de las cúpulas con la bufanda del partido puesta. 

Los hombres y mujeres que susurran a los políticos autonómicos que este año aspiran a presidir la Xunta se caracterizan por ser inteligentes, intuitivos y con una cabeza analítica pese a abundar la formación en letras. Son discretos en público y auténticos asesinos de la actualidad en privado. Si son buenos profesionales, no les hará gracia verse en esta crónica, porque han aprendido que su lugar está un paso por detrás del líder y solo alimentan su ego con los éxitos ajenos, los titulares de prensa favorables y el frío recuento de votos. 

El «entorno» de Feijoo

Johan Cruyff habló por primera vez en 1992 del «entorno del Barça» para referirse a esa masa indefinida que rodea y condiciona las decisiones de la institución. Feijoo, que se ha caracterizado por protagonizar largas reflexiones consigo mismo, se labró el suyo propio muy pronto, siendo conselleiro de Fraga. Casi dos décadas después sigue estimando sus opiniones, que le ayudan a armar las suyas propias. Los periodistas Lucas Martinón y Mar Sánchez fueron sus primeros valladares en los tiempos de oposición junto a Álvaro Pérez, que ejerce como estratega y Pepito Grillo jurídico. Un equipo muy unido, más joven que el presidente, que solo se ha alterado para sumar a más profesionales de la comunicación como Marta Varela -sombra de Feijoo durante años y ascendida a jefa de gabinete hace un par de semanas- y Luis de la Matta, responsable de atizar tras el logotipo del PPdeG y de avivar con chispa los argumentarios y las redes sociales.

Gonzalo Caballero tiene un grupo orgánico más reducido. Irrumpió en la secretaría general del PSdeG solo pero con los apreciables consejos de Dolores Villarino, que ya fue mano derecha de Touriño. En O Pino también escucha al ourensano Pablo López Vidal, que formaba parte del círculo de confianza de la expresidenta del Parlamento. Para la comunicación fichó a Irene Viña, curtida en la información política de agencias en la capital gallega.

Ana Pontón cuenta con tres consejeros de cabecera. Son la filóloga Goretti Sanmartín, concejala en Compostela, y Rubén Cela, entregado de lleno al BNG tras dejar la vida municipal. Son dos voces sensatas y prudentes que están moldeando la figura política de la líder nacionalista, de cuya imagen y comunicación cuida más que nadie otro filólogo, Xavier Campos.

Buscar referentes de peso interno en el mundo de las mareas es más laberíntico. En buena medida, su desmembramiento ha tenido que ver con la ausencia de una figura aglutinadora que estuviera por detrás del jefe de filas pero por encima de los intereses partidistas. Nunca dieron con un fontanero sin ataduras asamblearias que se manchase las manos por ellos. Y esa es, al final, la misión del jefe de gabinete, en la ficción y en la realidad.