Condenan a dos militares de la Escuela Naval por ir de copas en una guardia

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

GALICIA

Una de las marineras fue relevada del servicio debido a su embriaguez

13 nov 2014 . Actualizado a las 11:52 h.

Con sendas penas de tres y cuatro meses de prisión ha resuelto la Justicia militar el caso de dos marineras de la Escuela Naval Militar de Marín que, en diciembre del 2012, abandonaron una guardia para, aparentemente, salir de copas por la villa pontevedresa. De hecho, se ha acreditado que un alférez de navío se topó con ellas en el interior de un bar llamándole la atención el hecho de que «vestían una uniformidad de la Armada deficiente».

Los magistrados del Supremo confirmaron que las dos marineras aprovecharon el período de descanso para ausentarse de la base militar sin autorización, lo que explica que hayan sido condenadas en base a un delito de abandono de armas. Pasaba de la medianoche del 16 de diciembre cuando salieron de las instalaciones del centro de instrucción a bordo de un vehículo. El cabo que les franqueó el paso por la puerta principal lo hizo «de buena fe» creyendo que sí tenían ese permiso. Y es que, «durante la tarde de ese día, sí fue autorizada [una de las marineras] a salir en coche oficial a un servicio de salud por una molestia que tenía en los ojos».

En cualquier caso, el alférez de navío, al percatarse de cómo iban ambas, se puso en contacto con el responsable de la guardia de la Escuela Naval. Y, a su vez, desde la base contactaron con las dos marineras y estas respondieron que volverían «de inmediato».

Fusiles de asalto y pistolas

Minutos antes de la una de la madrugada, las ahora condenadas regresaron al acuartelamiento. Una de ellas, según se refleja en la resolución judicial, presentaba tal «estado de embriaguez que obligó al suboficial de seguridad y puesto (...) a relevarla del servicio».

El mando consideró entonces que no se encontraba en condiciones de prestarlo. No en vano, si bien la vigilancia de la puerta de entrada al centro castrense se realiza sin armas, lo cierto es que los miembros de la guardia tienen a su alcance un pañol en el que, bajo llave, guardan «armamento, fusiles de asalto y pistolas» que solo pueden emplearse en «supuestos excepcionales».

En cuanto a la embriaguez, los magistrados militares aluden a que el propio suboficial encargado de supervisar la guardia, un brigada, percibió que la marinera presentaba «síntomas de haber consumido alcohol, olía, no hablaba bien...». Acto seguido, y a preguntas de la defensa de la militar, reiteró que «sí vio síntomas de embriaguez, al margen de los ojos, [en] la manera de articular las palabras», por lo que entiende que el brigada actuó correctamente al relevarla del servicio.

Tras aclarar que, en todo caso, esta circunstancia «no fue objeto de proceso ni de acusación», los miembros de la sala de lo Militar del Tribunal Supremo precisan que durante el tiempo que permanecieron fuera de la base «no se ha podido precisar lo que hicieron en esta localidad, pero sí, en todo caso, que acudieron al bar Mask».

Guardias de 24 horas

Al tiempo, remarcan que las guardias tienen una duración de veinticuatro horas, por lo que concluyen que «carece de relevancia a efectos de la pretendida atipicidad de la conducta el que la ausencia se produjera en el turno de descanso, en función del carácter permanente y continuo de los servicios de armas».