Alfonso Guerra, negro sobre blanco

FUGAS

Jesús Hellín | EUROPAPRESS

«La rosa y las espinas», que toma su título de un oratorio de Händel, muestra a un político culto, gran lector y cinéfilo, que repasa en tres grandes bloques su vasta experiencia de partido y de Gobierno

06 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado año el periodista Manuel Lamarca entrevistó en largas sesiones a Alfonso Guerra con la finalidad de realizar un documental basado en las opiniones y experiencias de quien tuvo un gran protagonismo en todo el primer tramo del proceso democrático español que comenzó con las elecciones del 15 de junio de 1977. Vicesecretario general del Partido Socialista Obrero Español entre 1979 y 1997 y vicepresidente del Gobierno entre 1982 y 1991, Alfonso Guerra marcó con una potente presencia pública la mayor parte del período del Gobierno socialista presidido por Felipe González, años que fueron, también, tras el período de Gobierno de UCD, los de construcción de nuestro sistema democrático. El interés de sus palabras resulta, por tanto, indiscutible. Es verdad, claro, que leerlas en un libro no es lo mismo que escucharlas en un documental, lo que sí es cierto en todos los casos, lo es más si cabe en el de Guerra, quien se caracterizó siempre por un mordiente y un desparpajo en su expresión imposibles de captar en una página. Si algún día tenemos la fortuna de ver el documental, que ha padecido, según nos cuenta Manuel Lamarca en el prólogo del libro, notables dificultades para su distribución, podremos, sin duda, comprobarlo.

 En puridad, el libro no constituye la exacta reproducción de la entrevista que estuvo en sus orígenes, pues Lamarca desaparece del texto escrito para limitarse a apuntar como editor, solo muy brevemente, el tema sobre el que en cada caso opina Alfonso Guerra. Como los asuntos son muchos y de naturaleza muy diversa, el entrevistador original los agrupa en tres grandes bloques (la política, la cultura y la vida), de los cuales, como no podía ser de otra manera, el primero es el más amplio, pues en él Guerra da un repaso (y en ocasiones, ¡nunca mejor dicho!) a los asuntos esenciales de su muy densa experiencia de partido y de Gobierno. No habla uno más de los de entonces, sino quien estuvo en el meollo de decisiones históricas muy trascendentales y quien vivió de primerísima mano algunos de los procesos más decisivos del período. Baste con decir, a ese respecto, que Alfonso Guerra jugó un papel muy importante en la elaboración de la Constitución de 1978, pues fueron él y Fernando Abril Martorell, vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez entre 1977 y 1980, quienes negociaron la resolución de algunos de los principales atascos del proceso constituyente.

De lectura agradabilísima, La rosa y las espinas es de gran provecho no solo para conocer mejor nuestro pasado más reciente, sino también nuestro presente. Y ello, entre otras, por tres razones, que constituyen, a mi juicio, otros tantos motivos para dedicar al libro las dos o tres tardes que lleva merendárselo, si se me permite la expresión.

La primera de las razones tiene que ver con el contraste que de inmediato se percibe entre las grandísimas dificultades de un período histórico muy complejo y el adanismo de quienes más tarde han pretendido convencernos de que con ellos comenzó nuestra reciente historia democrática. La Transición del franquismo a la libertad, la elaboración de la Constitución, la lucha contra la ETA que asesinaba casi todas las semanas, las amenazas del golpismo (23-F incluido), la entrada en la CEE o la reconversión industrial pintan un panorama que pone en su sitio a cada cual, lo que no está de más, visto lo visto. El contraste es patente, también, en segundo lugar, si se compara aquel PSOE y el que más tarde iban a construir (o destruir, según se mire) Sánchez y Zapatero al alimón. Guerra defiende sin asomo de dudas la Transición, nuestra ley fundamental, el importante papel que jugó la monarquía, la política del consenso y la reconciliación y la concordia. Leer ahora sus palabras será reconfortante para todos aquellos que por hacer lo mismo son tachados de ¡fascistas! La rosa y las espinas, que toma su título de un maravilloso oratorio de Händel, nos enseña, en fin, a un político culto, gran lector, apasionado del cine y de la música. Para entendernos, lo mismo que hoy está al orden del día. Lo mismito.

Ya termino. No creo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pese a los turbulentos tiempos que vivimos en España, no quisiera por nada del mundo revivir los años de zozobra de la Transición y de difícil construcción de muchas de las bases del país que ahora disfrutamos. Pero echar la vista atrás es, en ocasiones, una forma indispensable para comprender mejor el presente y para juzgar las alternativas del futuro.

«La rosa y las espinas. El hombre detrás del político»

Alfonso Guerra En conversación con Manuel Lamarca

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