María del Carmen García, comerciante en Pontedeume: «Facebook e Instagram me dan la vida, son el escaparate de mi mercería»

ANA F. CUBA PONTEDEUME / LA VOZ

PONTEDEUME

María del Carmen confiesa que acude a trabajar con muchas ganas
María del Carmen confiesa que acude a trabajar con muchas ganas JOSE PARDO

Tras 17 años dedicada a la hostelería, en el negocio de sus padres en Campolongo, se decidió a montar su propia tienda

21 ene 2024 . Actualizado a las 21:04 h.

Sus padres son de Andrade (Pontedeume) y ella nació en Lérida en 1983. «Llevaba 17 años trabajando en hostelería, en el local familiar, en Campolongo, mi padre se jubilaba y yo no quería hacerme cargo del negocio», relata María del Carmen García Cabana. «Y me dio la venada de montar una mercería, había un local vacío allí, cerca del bar, y no lo pensé mucho. Hablé con mi pareja y después de quince días de estudiar un poco qué hacer, hablar con el dueño y ver el sitio, empecé», recuerda. La idea surgió a principios de 2020 y la pandemia retrasó la apertura hasta julio.

Mercería Carmen es una pequeña tienda, de unos 50 metros cuadrados. «No sabía casi nada de esto, lo poco que sabía lo apliqué y lo demás lo fui aprendiendo sobre la marcha. Algunas amistades tenían contactos y al abrir ya empezaron a venir comerciales a ofrecer sus productos», repasa. Estos tres años y medio han transcurrido entre hilos, tijeras, botones «maravillosos» y de los otros, agujas «mágicas» y también de las corrientes, corchetes, cremalleras, ropa interior, complementos, pijamas, batas de casa, zapatillas, «algún detalle para los niños», bisutería (algunas de las piezas son obra suya), telas (surgió con la pandemia, para hacer mascarillas, pero ha ido a menos), lanas, plantillas térmicas o de carbón activo, calcetines (incluso de lana hechos a mano), coderas y rodilleras termofijables o imperdibles.

  

Más sujetadores y braguitas

«Tengo un poco de todo, no estoy especializada en nada. Mi intención es eliminar las telas y quitar las lanas, me ocupan mucho y no tienen mucha demanda, para ampliar en sujetadores y braguitas, que es lo que más me piden», explica. La lencería manda, para mujeres —«son más indecisas, no saben qué quieren, buscan un sujetador y no saben la talla»— y hombres —«vienen con las ideas claras, y yo les digo ‘tú sabrás lo que necesitas, si quieres los calzoncillos flojos o apretados'», ríe—. Concluye que hombres y mujeres buscan, sobre todo, «comodidad».

«La tienda es pequeña, apenas dos metros de ancho, y profunda. Facebook [Carmen Mercería] e Instagram [mamecoart.merceria.lenceria] me dan la vida, son mi escaparate», subraya. Lo mismo informa de los clásicos calzoncillos largos de algodón como de los más modernos, térmicos, de color negro; los pantis térmicos o los calcetines de caballero sin puño. «Todo se vende», apunta.

Pedidos por WhatsApp

Al principio mostraba fotos y ahora sube vídeos con las novedades —«ayuda mucho a los clientes, empecé de coña a ponerme los sujetadores por encima de la ropa y ha servido para vender muchísimo, los ven y se hacen una idea»— y a partir de ahí recibe pedidos a través de las propias redes, por WhatsApp o en el móvil. «En vez de coger el coche y venir, me llaman, y también hay gente con movilidad reducida, y otra que por vagancia, frío o agua prefiere reservar así. A mí no me importa, teniendo batería en el móvil», comenta.

Tiene clientela de Pontedeume, Miño (donde vive), Perbes... «Hay gente que viene a mirar, otra compra y no vuelve más, y mucha repite... en verano se ve más movimiento, aunque Campolongo no es un sitio turístico, pero la gente de aquí es la que me da de comer», agradece, encantada con su trabajo: «Estoy a gusto, vengo siempre con ganas».