El viejo olivo del Cantón

Juan Luis Montero Fenollós TRIBUNA

FERROL CIUDAD

26 nov 2023 . Actualizado a las 12:11 h.

No todo el mundo sabe que en el Cantón de Molins, en pleno centro de Ferrol, existe un árbol cuyo valor va más allá de lo estrictamente botánico. Junto a él hay una losa de granito en la que se puede leer “Israel / olivo / 1986”. Es el recuerdo del paso por la ciudad de las selecciones del Mundobasket 86, que tuvieron como sede el pabellón deportivo de A Malata. Los equipos participantes en esta competición dejaron su huella a través de un árbol típico de su país. La desaparecida Unión Soviética con un abedul, Cuba con una catalpa, Australia con una cica, Uruguay con una acacia, Angola con una yuca e Israel con un olivo. El 7 de julio de aquel año, Samuel Haddad, embajador de Israel, acompañado del alcalde de Ferrol, descubrió la referida inscripción conmemorativa junto a un viejo olivo ubicado frente al edificio de Herrerías. Según recoge la prensa de la época, en aquel acto el diplomático israelí hizo las siguientes declaraciones: «Sobre el fenómeno del terrorismo, creo que es una lacra, y no se solucionará con guerras. Sino mediante la cooperación entre países».

En el actual escudo del Estado de Israel aparece representada una rama de olivo. Se da la paradoja de que este árbol es también un símbolo de identidad para Palestina. De hecho, en 2014, la Unesco reconoció como patrimonio mundial 348 hectáreas del paisaje cultural del sur de Jerusalén con el lema «Palestina: tierra de olivares y viñas».

El pueblo palestino considera los olivos como una herencia milenaria, que simboliza el respeto, la permanencia y la resistencia. Es un árbol que les conecta con sus antepasados, aquellos que trabajaron a diario la tierra, cuidándola, como unos padres cuidan de sus hijos. Esto me hace recordar las bellas palabras de Miguel Hernández en su poema «Aceituneros», que escribió en su visita a Jaén en 1937. En él, el poeta de Orihuela responde a la pregunta de quién son los olivos, dignificando para ello el duro trabajo y el sufrimiento de los humildes jornaleros de Jaén: «No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor».

En la Biblia, el ramo de olivo es mencionado en varios pasajes como un símbolo de bendición y prosperidad. En el libro del Génesis se nos cuenta que una paloma volvió al arca de Noé con «una hoja verde de olivo» en su pico, indicando el fin del diluvio universal y el restablecimiento de la paz en la tierra. Hoy, la paloma portando una ramita de olivo es considerada un emblema universal de la paz.

Los símbolos son importantes si están dotados de un contenido profundo. La apropiación del olivo no deja de ser una metáfora del conflicto que enfrenta a palestinos e israelíes por el control de una misma tierra milenaria. No se trata de estar a favor de unos o de otros. Se trata de estar a favor de la paz, de la convivencia y contra el desastre humanitario de la guerra que asola Gaza. Según Unicef, a fecha 15 de noviembre, más de 4.600 niños y niñas han muerto y cerca de 9.000 han resultado heridos en la franja.

La cifra es terrible y aumenta cada día que pasa. Ya no me quedan palabras para describir este drama. Pero una cosa tengo clara: no podemos permanecer impasibles ante esta falta de humanidad. ¡Qué más tiene que ocurrir para silenciar de forma definitiva las bombas y dar paso a las palabras y al diálogo constructivo!

Hasta que eso ocurra, y al margen de treguas, seguiré visitando el viejo olivo del Cantón ferrolano todos los viernes, a las ocho de la tarde, para depositar una flor en recuerdo de los niños, palestinos e israelíes, que ya no verán crecer los olivos de su tierra ante la pasividad de los que pueden parar esta barbarie y miran para otro lado. Si desean unirse, allí les espero. Salam, shalom, paz.