Alberto y Pilar, dos voluntarios al pie del cañón: «Sentirnos útiles nos da la vida»

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL

Alberto Pérez y Pilar Rico, retratados a las puertas de la sede de Cruz Roja en Ferrol
Alberto Pérez y Pilar Rico, retratados a las puertas de la sede de Cruz Roja en Ferrol JOSE PARDO

Los dos son «exbazaneros» y echan una mano en Cruz Roja. Él fue el que más horas dedicó a la entidad en el 2022 y ella es la colaboradora en activo más antigua

04 may 2023 . Actualizado a las 10:58 h.

Alberto Pérez, fenés de 62 años, y Pilar Rico, ferrolana de 73, son algo así como el Usain Bolt y la Paula Radcliffe del voluntariado que milita en la asamblea comarcal de Cruz Roja en Ferrol. Él fue el colaborador que más horas trabajó a favor de la entidad en el 2022. Y ella tiene el mérito de ser la voluntaria en activo con más años de recorrido. «Alberto está muy implicado, se apunta a todo y siempre está disponible si lo llamamos cuando surge un imprevisto. Y Pilar se merece un premio a la constancia, porque desde que entró como voluntaria nunca ha dejado de colaborar», comenta con admiración Patricia, una de las técnicas de la organización con sede en el número 26 de la calle del Sol.

Alberto y Pilar ponen voz y rostro al grupo de voluntarios a los que Cruz Roja quiso homenajear hace pocos días con motivo de la presentación de su último balance, un acto que tuvo escenario la sede de Afundación y que también sirvió para festejar los 125 años de trayectoria de la entidad en la urbe naval.

Los dos tienen gustos, intereses y circunstancias personales muy distintas, pero hay algo que los une y que es común a todos los voluntarios de la entidad: la satisfacción de poder aportar su «granito de arena» a los proyectos que desarrolla Cruz Roja en Ferrol. Desde su plan de empleo hasta el acompañamiento de mayores, pasando por programas de refuerzo escolar o iniciativas como Empezar de cero, que se centra en «empoderar» y aumentar la autoestima de personas que se encuentran bloqueadas emocionalmente y necesitan un cambio vital. «Sentirnos útiles nos da la vida», resume Pilar Rico, que se estrenó como voluntaria de Cruz Roja en el 2009, cinco años después de prejubilarse de toda una vida de trabajo en «la Bazán», donde era secretaria del director.

«Tras la prejubilación me apunté a la Universidad Sénior, pero al terminar estos estudios me vi con mucho tiempo libre y pensé que podía hacer algo por ayudar a los demás. Para mí, Cruz Roja siempre ha sido un referente, así que no lo dudé», explica Pilar, «una soltera por convicción» y sin cargas familiares que disfruta descubriendo «otras realidades». Lo consigue viajando por todo el mundo —su último destino fue Mauritania, donde pasó quince días durmiendo en una tienda de campaña en medio del desierto—, pero también en las oficinas de Cruz Roja de la calle del Sol, adonde acude una vez por semana para llamar por teléfono a los mayores que se benefician del programa de teleasistencia.

«Hay algunos mayores que ya notas que no quieren hablar mucho, porque están bien o tienen otras cosas que hacer, pero también hay muchas personas que se sienten muy solas y agradecen enormemente que las llames y charles con ellas durante un rato, porque así se sientes escuchadas y no arrinconadas», comenta Pilar.

Tanto ella como Alberto coinciden en que es más lo que reciben que lo que dan. «Yo tengo dos pasiones que es ir a conciertos de música clásica y viajar, pero el voluntariado me aporta un poco más y es que es algo que no solo me hace bien a mí, sino también a otras personas y eso te da muchísima satisfacción», comenta Pilar.

Como ella, Alberto llegó al voluntariado como una vía para llenar su tiempo libre. Cuenta que durante muchos años trabajó a destajo, ya que compaginaba dos oficios (un empleo en el astillero de Ferrol y el ejercicio de la abogacía) y ahora que por fin tiene tiempo disfruta ayudando en lo que puede a los demás. Este miércoles, por ejemplo, le tocó acompañar a un grupo de mayores en una ruta por Las Meninas, dentro de un proyecto de participación sociocomunitaria, pero desde el año 2016, cuando se hizo voluntario, se ha involucrado de otras muchas maneras, como participando en el programa Empezar de cero, dando charlas sobre bullying o violencia de género a escolares o acompañando a las personas sin hogar que buscan refugio en el albergue Pardo de Atín de Caranza. «A veces se hace duro, porque conoces a personas que están muy solas y viven situaciones muy complicadas. Eso te hace reflexionar y pensar en que tú has sido afortunado porque te has criado en una cuna con mucho apoyo y amor, mientras que otras personas no han tenido tanta suerte en la vida o han tenido cunas como cajas de zapatos», comenta.

Tanto Alberto como Pilar piensan seguir colaborando mientras «el cuerpo aguante». Y animan a otras personas a sumarse al batallón de 150 voluntarios con los que cuenta Cruz Roja en la comarca, porque solo 30 de ellos están en activo y hacen falta «refuerzos». Para ello solo hay que pasarse por la sede de Cruz Roja y concertar una entrevista con una de sus técnicas o llamar por teléfono al 981 35 53 03.