Hasta la cárcel está entretenida en España

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

En este país el que se aburre es porque quiere; en pocos lugares del mundo ahora mismo la actualidad y la política es tan divertida

23 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

En este país el que se aburre es porque quiere. La gente sale a las calles a conversar, hay más bares solo en Madrid que en Noruega y existe una riquísima oferta de actos culturales, recreativos y deportivos. Pero por encima de todo, lo mejor, es la actualidad. En pocos lugares del mundo ahora mismo la política está tan entretenida. España es tan divertida que hasta la cárcel no tiene desperdicio. Miren esta semana: entra en prisión por lavado de dinero, Isabel Pantoja, la tonadillera más famosa, la que fue viuda de España cuando un toro mató a su marido Paquirri. El Gobierno ya dijo el viernes que nada de indulto para Carlos Fabra, el cacique político de Castellón, el español con más suerte, que explicaba su enriquecimiento porque siempre le tocaba la lotería. Y tampoco hay indulto para Del Nido, el ex presidente del Sevilla, abogado de mafiosos. Pasear por el patio de una cárcel en España pronto será un placer para los caza autógrafos y selfies, porque allí sigue, entre tanto famoso, Barcenas el tesorero evasor del Partido Popular, o el expresidente de los empresarios Díaz Ferrán, el exministro Jaume Matas y, tal como van las cosas, a no tardar, Iñaki Urdangarin, el cuñadísimo. Todavía lejos de la prisión pero, con causas abiertas o en instrucción, está la familia Pujol, más algunos exconsejeros de la Junta de Andalucía, un montón de empresarios y financieros y, si por los fiscales fuera, hasta el mismísimo Artur Mas, presidente de la Generalitat. Son causas distintas, claro; no es lo mismo delitos económicos, prevaricación o abuso de poder que lo del presidente catalán, que se califique penalmente como sea, es puro desafío político.

Rajoy y el Partido Popular se han empeñado en alimentar ese mártir que el independentismo busca, facilitando a un tercio de los catalanes -esos dos millones que fueron a votar- un motivo permanente de movilización. El PP sabe mucho de esto porque ya lo puso en práctica con penoso resultado: recuerden la inadmisible recogida de firmas por toda España contra el Estatuto catalán, es decir, exacerbación del sentimiento anticatalán primario por el botín de unos cuantos votos. Lo que estamos viviendo tiene allí su origen y, más atrás, en la desafortunada iluminación del socialista Pasqual Maragall abriendo el melón de un nuevo Estatuto que, en aquel momento, era la preocupación número once de los catalanes.

No satisfechos con esa oferta de entretenimiento, en la que se funde por un lado la aplicación del Código Penal con las revistas del corazón, y por otro esa mezcla tan peligrosa entre Justicia y política, para que no decaiga, reaparece el pequeño Nicolás. Conocedor de los medios como pocos, el jovencísimo 007 de este desbarajuste, quizás aprovechó el parón mediático del admirable circo de Podemos, que ha suspendido su gira permanente en dos televisiones y media, porque algo no va bien. Pablo Iglesias sufre de «sobreexposición», y le han formulado ya algunas preguntas para las que no tenía respuesta. Y sobre todo, su hombre de máxima confianza, Íñigo Errejón, ha sido sorprendido con un contrato por el que debe acudir a diario a la Universidad de Málaga pero le dispensa de la obligación y se lo tapa un colega de partido. No se puede ir con el látigo dando lecciones de moral y poniendo la mano indebidamente. Cierto que se trata de una cantidad ridícula para lo que es la corrupción institucionalizada, algo así como un pecado venial y no un sacrilegio. Pero algunos aducen que si esto pasa sin gobernar, el riesgo de que suceda después cabe imaginarlo.

Quizás por ello, el ya líder máximo, Iglesias, plantó a Telecinco en su anunciada entrevista de ayer y defiende que lo mejor es no ir a elecciones municipales para no manchar la marca. Y ahí, en ese parón, el pequeño Nicolás ha aprovechado para decir que le llamó una vez el rey Juan Carlos y que le encargaron en la CNI y en Moncloa que fuera a hablar con los Pujol para ver si podían parar el 9-N. A saber si este chico tendrá futuro como espía, pero si se escribe sus propios guiones, en Hollywood puede hacerse de oro. Ciertamente, el que se aburra en España debe ir al médico.