El libre marisqueo arranca en Arousa con unas capturas pésimas

R. Estévez / M. Hermida VILAGARCÍA, RIBEIRA / LA VOZ

ECONOMÍA

Los mariscadores vaticinan una campaña pésima, sin berberecho y sin apenas almeja en los arenales.
Los mariscadores vaticinan una campaña pésima, sin berberecho y sin apenas almeja en los arenales. martina miser< / span>

Muy pocos rañeiros lograron reunir las cantidades autorizadas por la Xunta

02 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La ría de Arousa se vistió ayer «da cor do luto». El inicio de la campaña de libre marisqueo, la misma que hasta hace unos años llenaba de alegría la economía arousana, sirvió ayer para certificar que la productividad de estas aguas está en crisis. Que los rañeiros se iban a llevar un buen batacazo en Os Lombos do Ulla era sabido: hasta la Xunta había reconocido que allí no iba a haber marisco. Aún quedaba la esperanza de O Bohído y Cabío, pero ninguna de estas dos zonas ha estado a la altura de las expectativas. «Hai pouco marisco, e o que se ve é pequeno», repetían, como una letanía, los mariscadores que hacia mediodía volvían a tierra con la sensación de que «isto vai a pique».

La jornada comenzó con un inusual reparto de barcos sobre la ría de Arousa. Sabiendo que en Os Lombos no había nada, buena parte de las planeadoras que habitualmente se dirigían a la desembocadura del Ulla eligieron esta vez otros destinos. Si en el río eran pocos a las ocho de la mañana -algo más de un centenar- menos eran aún dos horas después. Para entonces, muchos mariscadores se habían cansado de echar el raño para nada, y habían decidido ir a buscar la suerte y las almejas -el berberecho sigue desaparecido- en otras zonas de la ría. No tuvieron demasiado éxito. Buena muestra de ello es que, aunque hubo quien volvió a tierra con los topes de capturas, la gran mayoría de los profesionales arousanos no consiguieron, ni de lejos, reunir las cantidades autorizadas por la Xunta.

Los mariscadores digieren como pueden la dramática situación en la que se encuentran. No es fácil. Ni siquiera los buenos precios alcanzados en las lonjas consiguieron ayer tarde alimentar las esperanzas de un sector que se ve condenado a un largo y duro invierno.