El guerrero del Dépor descansa en su sofá

Pablo Gómez Cundíns
pablo gómez A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

Lucas Pérez festejó en la intimidad su debut soñado con el Dépor, que además cierra un ciclo vital

21 oct 2014 . Actualizado a las 15:34 h.

¿Dónde va a descansar con más comodidad el guerrero que en su sofá? ¿Con quién iba a celebrar mejor el cierre de todo un ciclo vital que con los suyos? Con aquellos que han venido soportando las vicisitudes de un eterno periplo que se inició en el Victoria y derivó en una odisea que el domingo arribó a su Ítaca particular, a orillas del Atlántico.

Así zanjó Lucas Pérez (A Coruña, 1988) un debut soñado, con titularidad, gol y victoria ante el Valencia. En su sofá, cenando con su primo Yago y con su amigo de la infancia, Marcos.

Si Maradona era el Diez de la gente, Lucas Pérez es la gente misma. Es A Coruña con un balón en los pies, es el abrazo de Monelos y los regates del Barrio de las Flores. Y su entorno contribuye a que así sea por siempre.

Con ese reducido número de allegados, Lucas compartió un refresco donde habitualmente lo hace tras los partidos, en un ambiente tranquilo y al caer la noche, simplemente se dirigió a su casa para pedir comida a domicilio y ver los resúmenes televisivos de la jornada futbolística.

«Básicamente, es lo que hacemos todos los fines de semana tras los partidos», explica su primo Yago Pérez, un año mayor que el jugador del Deportivo. En ese momento, el siete blanquiazul daba cuenta de un teléfono que echaba humo. Las conversaciones balompédicas se quedaron al otro lado del umbral de la puerta. «En la cafetería hablábamos de Yoel, que si falló o no, pero comentábamos que Lucas le pegó genial, le cayó bien la pelota a la zurda. Tampoco estuvieron mal las combinaciones con Fariña y Cuenca», relata.

Yago sigue cada entrenamiento de Lucas Pérez y le acompañó a Madrid y Ucrania, de manera que ha presenciado de primera mano la evolución del actual atacante del cuadro coruñés.

También estuvo en esos momentos su padre José Luis. Y su amigo Marcos Rial. Solo ellos saben si ha sufrido Lucas, y de qué manera, a qué ha renunciado y si le ha compensado el sacrificio. «Son tantas las emociones contenidas, el ansia, la espera, el miedo a que algo salga mal... que se vació, y en cierto modo, todos nosotros con él», explica José Luis Pérez. «Es que cuando debuta y encima mete un gol en Riazor... fue algo espectacular. Yo estuve en Ucrania con él. Y hay que estar allí para saber lo que es», matiza Marcos Rial. «Claro que salió el tema de Ucrania mientras tomábamos ese refresco. Era inevitable», añade el tío de Lucas Pérez.

«Recordábamos cuando aterrizó en Lviv aquella noche de enero del 2011, en ese aeropuerto que más parecía una iglesia, con un carro de mulas llevando las maletas, gente uniformada y calles anchas apenas iluminadas por bombillas de cuarenta vatios... y tiró para adelante», dibuja.

Misión cumplida

Entre otras cosas, porque Lucas tenía en su horizonte un día como el domingo. «Yo confiaba mucho en él, es tranquilo, un profesional. Antes, lo vi ansioso, no nervioso. Después, la mirada totalmente relajada. Misión cumplida», resume José Luis.

Así lo sintió el deportivismo. «Lo del domingo no fue nada comparado a otros días. A cada paso, la gente le decía ?Noraboa. Estamos orgullosos de ti?. A las puertas del garaje de casa, alguien le pidió una foto con él. Le dijo que aparcaría el coche y volvería. Y ya había quince personas esperando», relata Marcos Rial, que no se separó de Lucas desde que estudiaban juntos en a A Sardiñeira. «El primer avión que cogí fue con otro amigo, Iván, para verle en el filial del Atlético de Madrid. Y el domingo se notaba que este era su partido más especial», añade.

Parejo, caño y camiseta

«Él es un futbolista de la calle, cercano, humilde, no le cabe el corazón en el pecho, no es un estirado... podría ser el amigo de cualquiera», define su tío. Por eso, hablaba ya en casa, en su sofá, con naturalidad de los episodios que ofreció el partido. Como el caño que le tiró a Parejo, con quien se intercambió la camiseta. Lucas no suele guardarse sus propias elásticas como recuerdo. El domingo no hubo excepción.

El partido del Valencia significó algo más para un futbolista que apenas se lesiona y al que unos problemas musculares le amargaron sus primeros días en la ciudad y el equipo de su alma. «Daba rabia porque se cuida muchísimo. Antes de firmar, salíamos a correr todos los días y el que se rompió fibras fui yo intentando seguirle», recuerda Marcos.

Pero la felicidad que transmitía Lucas a la salida de Riazor era contagiosa, a tenor de las palabras de su tío. «¿Que qué se siente? Cuando uno se casa, y es su gran día, con esa ceremonia por todo lo alto... pues eso, pero multiplicado».

«¿Qué se siente? Cuando uno se casa, y es su gran día... pues eso, pero multiplicado», explica su tío.