Manuel Suárez: «Las redes sociales son muy injustas para un artista»

i. úbeda / a. a. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Isabel Úbeda

El coruñés responde con su pintura a cuestiones sobre su relación con el arte

21 sep 2018 . Actualizado a las 09:47 h.

Manuel Suárez Casal (A Coruña, 1972) no se imagina en otro ámbito que no sea el de la creación artística. En la intimidad, cuenta que hace mucho tiempo que sabe que «no había otra forma de ser» para él, que no tenía otra pareja de baile más seductora que la abstracción. Es gracias a ella que consigue mecerse en una explosión de profunda libertad, de estimulante renovación y continuo desahogo. Su taller, ese espacio de trabajo por el que transita una locura encorsetada en lienzos y paneles de madera, se proyecta en el tiempo como un producto de la limitación, pues, en palabras del artista, uno de sus mayores sueños es el de «tener un estudio con grúa», al igual que sus admirados pintores informalistas.

Manuel Suárez no es reticente a nuevos planteamientos, por eso se presta a tener una entrevista en la que no conteste únicamente a las cuatro cuestiones que le plantea La Voz de Galicia, sino que también ha de traducir y trasladar esas respuestas a la pintura. Así, Suárez se ha sometido a una entrevista en la que funde creatividad e improvisación en estado puro. Con habilidad para desentrañar los entresijos de su amada abstracción, la capacidad del pintor toma forma e incrusta en un mismo formato la comunicación lingüística con la visual, sumando a cada nueva respuesta la experiencia y la presencia de la anterior.

Pinceladas por respuestas

Manuel Suárez se considera «poco gallego» cuando es preguntado sobre su gusto por los paisajes, pues en su caso le atraen «las llanuras, porque me dan una sensación de libertad brutal». Esto, cuando lo traslada a la tabla de madera que utiliza para pintar, lo traduce como un escaparate de trazos salvajes en tonos fríos, con un pequeño foco de luz dorada, que pretende emular la voz del sol sobre esa llanura que tanto le aporta. Pero ese paisaje de nubes enmarañadas no se elimina, ni se sustituye por una nueva tabla vacía, a la hora de traducir su siguiente respuesta sobre lo que representa para él la libertad en la pintura. Así, al espacio lleno de colores fríos, le añade diferentes elementos, colores y materiales, hasta conseguir esa «búsqueda de desdoblarte, de conseguir más, de alcanzar una libertad expresiva».

El pintor, que se aleja del cuadro para juzgar su propio trazo mientras se prepara para la próxima pregunta, hace memoria de su propia historia vital y comenta a modo de añoranza que, en su primera exposición, allá por los años noventa, se sintió «desnudo por primera vez, nunca había experimentado esa sensación». Esto, aplicado a lomos del espray y el óleo, lo plasma como un epicentro de colores calientes acosado por las flechas de la atención externa. Tras una pausa para calibrar la nueva respuesta, Suárez plasma su inspiración en «la rebeldía, la prisa, aunque en el momento la inspiración sea la efervescencia del trabajo», a base de manchas gruesas con azules eléctricos, que terminan por rellenar el vacío de la pieza.

Finalmente, las tonalidades resultan ser un presagio de la siguiente respuesta, que se suma una vez más a las anteriores de la tabla, esta vez para contar sus impresiones sobre las redes sociales. Una interconexión mundial que, bajo la perspectiva de Suárez, se transforman en «una nube, una lluvia de likes. Para un artista ahora son algo muy importante y muy injusto», asegura.

«Me pongo de rodillas ante el bodegón de Caravaggio»

Los referentes de Manuel Suárez resultan una estimulación sorprendente de su base pictórica, pues aunque cuenta que los informalistas o los artistas de la talla de Yayoi Kusama realizan unas creaciones «increíbles», también tiene un espacio para los clásicos. Por ello, el artista comenta: «Evidentemente, me pongo de rodillas ante el bodegón de Caravaggio. Para mí contiene todo lo habido y por haber».

Pero su lista de clásicos no se reduce a un único elemento, «no me puedo quedar con uno», asegura. Así, esos referentes «son de lo más variopinto» y se mezclan nombres como Juan Muñoz, Antoni Tàpies o Antonio López. No obstante, se deshace en elogios hacia uno de los grandes genios: Velázquez. Dice que «es impepinable. Yo no sé cómo podía pintar así el tío». A lo que añade que «seguimos intentando innovar, ¡pero si Velázquez todavía tiene por descubrir en sus cuadros toneladas de cosas!».

Sobre el mercado de la pintura, matiza que «a pesar de la crisis, se sigue vendiendo», a lo que agrega que en su caso no ha tenido un gran impacto, pues «yo no vivía de nada institucional y donde más palo pegó fue ahí».

En cuanto a las galerías, percibe este sector con un paralelismo un tanto romántico. Para él, «las galerías caen porque, para que funcionen, tú como galerista tienes que estar enamorado del arte y de los artistas». Así, concreta que «si te dejas de enamorar es como un divorcio». Eso sí, tiene claro que quien más ha perdido con la caída económica ha sido el público en general. En consecuencia, percibe que «se ha perdido la tradición de ir a inauguraciones», algo que merma las posibilidades de adquirir una cultura artística.