«He recibido mucho de esta ciudad y quiero devolverle algo de ese apoyo»

FErnando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Ha conseguido compaginar su vocación solidaria con su trabajo como músico

12 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Nació en Múnich hace exactamente 50 años y se metió en el violonchelo casi de rebote. Afortunadamente, Berthold Hamburger, violonchelista de la Orquesta Sinfónica de Galicia, terminó amando el instrumento y, a través de su música, se ha propuesto hacer de este mundo un lugar mejor. Entre su labor filantrópica están los conciertos benéficos que da con el Artemis Ensemble, y su última acción solidaria ha sido donar su caché como solista en un concierto con la Sinfónica para unas becas universitarias para alumnos con pocos medios económicos. Sin duda un gran tipo al que merece la pena conocer.

-¿Cómo nació el Artemis Ensemble?

-Lo formamos en 1989, y en un principio no nació con la vocación clara de hacer conciertos benéficos. Eso fue en el 2011. Conocimos a Mercedes Goicoa, que presidía la Real Academia de Belas Artes, le comentamos el proyecto y nos dijo que teníamos la preciosa sala de la Academia a nuestra disposición. Ahí tengo que dar las gracias al personal de la Academia, que siempre nos ha ayudado, se quedan después de su horario para montarlo todo...

-¿De dónde sale la idea de hacer conciertos benéficos?

-Cada profesión tiene sus posibilidades de hacer algo bueno para la sociedad. Como músicos, tenemos el privilegio de hacer algo que gusta a la gente, algo por lo que está dispuesta a pagar una entrada, y más sabiendo que el importe va destinado íntegramente a una causa benéfica. He recibido muchísimo de esta ciudad y creo necesario devolverle un poco del apoyo que me ha dado. Eso me hace sentir feliz.

-Lo último ha sido convertir su caché como solista de uno de los conciertos de la Sinfónica en becas de estudio.

-No hay muchas oportunidades para presentarse como solista con una orquesta de este nivel, y cuando surgió entendí que la recompensa era esa, el mero hecho de tocar. Así que la parte económica quise compartirla. Y para mí la formación de la gente joven siempre ha sido algo fundamental, así que cuando el Club de Leones me propuso esto de las becas me pareció idóneo.

-¿Cómo se hizo violonchelista?

-Realmente empecé en la música de niño, tocando el piano y la flauta. Mis padres siempre quisieron que mis hermanos y yo tocásemos algún instrumento para mantenernos ocupados. Pero el piano nunca fue lo mío. Hasta el punto de que mi profesora de piano, que estaba bastante cansada de mí, le dijo a mis padres que tenía manos de tocar el cello. Una manera elegante de deshacerse de mí.

-Parece que estaba en lo cierto.

-Sí que tenía razón, porque se me dio mucho mejor y me gustó mucho más. Tengo fotos de niño ensayando a las seis de la mañana, con el pijama puesto. Hay ciertas aptitudes físicas, la forma de las manos, y también cierto gusto por determinados sonidos. A mí me gustan más los graves, por lo que el violín no creo que me hubiese gustado tanto.

-¿Y cuándo supo que la música sería su profesión?

-La verdad es que nunca fui muy directo en mi carrera. Dejé de tocar el cello por el fútbol. Estaba de portero en un equipo y mi profesor me dio a elegir entre el instrumento o el deporte. Y ganó el fútbol. Tenía once años, pero a los 14 volví a coger el cello. Aunque entonces mi intención era hacer una carrera como lutier. Hice un curso de carpintería y todo. De hecho, ese amor por la fabricación de instrumentos ha hecho que tenga en casa un pequeño taller de carpintería. Y fue a través de eso que retomé mi relación con el cello.

«La Sinfónica es como una familia, somos un grupo de amigos tirando del mismo carro»

La labor solidaria de Berthold Hamburger la compagina con su trabajo en la Orquesta Sinfónica de Galicia, de la que es violonchelista desde hace 23 años y en la que también trabaja su mujer, la violinista Deborah Gonsalves.

-Cuénteme cómo terminó en A Coruña.

-Conocí a mi mujer en Viena, donde nos diplomamos en 1991 y donde trabajábamos por nuestra cuenta, dando conciertos y tocando con otras orquestas. Pero nuestra idea siempre fue conocer otros países, sumergirnos en otras culturas. Mi mujer es de la India y siempre nos atrajeron mucho España y Portugal. Estábamos tocando en la India y un viejo amigo, que era violonchelista en Tenerife, me propuso tocar con ellos un par de meses para sustituir a otro músico. Y resulta que el director de la orquesta era Víctor Pablo. Hicimos mi mujer y yo una prueba, pero no había plaza en Tenerife, así que Víctor nos propuso intentarlo en A Coruña, con la Sinfónica recién nacida. Lo hicimos, nos cogieron y en dos semanas estábamos viviendo aquí.

-Lleva desde casi el origen de la Sinfónica. Ha cambiado mucho en todos estos años.

-Llegamos dos años después de su creación. Desde dentro no te das cuenta de los cambios a lo largo de todo este tiempo. Pero hace poco, viendo una foto de aquel entonces, vimos que éramos unos niños. Esta orquesta tiene algo muy especial, aparte de la multinacionalidad, y es que aquí no somos solo compañeros de trabajo, somos como una gran familia. Hay un ambiente muy positivo, como de amigos que están tirando del mismo carro, y eso es porque vimos nacer y crecer a la orquesta. Hay una identificación total de los músicos con la orquesta.