Kim Ho-yeon: «La literatura surcoreana es tan competitiva como su sociedad»

M. L. MADRID / COLPISA

A CORUÑA

El escritor surcoreano Kim Ho-yeon.
El escritor surcoreano Kim Ho-yeon.

El penúltimo fenómeno de las letras del país asiático se sube a la ola de éxito del K-pop, el cine y las series

14 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«La literatura coreana es tan competitiva como su sociedad». Lo dice Kim Ho-yeon (Seúl, 1974), penúltimo fenómeno literario en Corea del Sur, país que puso de moda su cultura en el mundo con insólito poderío. El fenómeno K comenzó hace más de un decenio, con el bombazo de Gangnam Style de PSY, el K-pop y los grupos juveniles. Siguió con filmes y series como Parásitos y El juego del calamar. La narrativa se sube ahora a la ola, con editoriales de medio planeta pescando éxitos en el caladero surcoreano, que antes que cultura exportó coches, barcos y tecnología. Es lo que hace el sello Duomo con Kim Ho-yeon, autor de La asombrosa tienda de la señora Yeom, novela que llega a España avalada por la venta de un millón de ejemplares en Corea y su traducción a una veintena de idiomas. Es un canto a la sencillez, la empatía y las segundas oportunidades surgido en un país ultracompetitivo en el que las series, el cine y el cómic apuestan por la violencia extrema, por las catástrofes o el terror zombi con títulos como Tren a Busan o Sweet Home.

Cervantes, Zafón y Almodóvar están en el santuario del autor, también dramaturgo y cineasta —«fracasado», dice— que llegó a la literatura desde el cómic y que se mueve en un registro realista. «Si no nos rendimos, como don Quijote; si tenemos voluntad, todos tendremos otra oportunidad», aduce este narrador «incansable» que tiene su biblia en el Quijote y que adora a Lorca, Goya y Dalí. En las antípodas de los excesos de las K-series, triunfa con una historia enternecedora. Un cirujano plástico que, tras cometer un error fatal en el quirófano, se entrega al alcohol hasta el coma etílico y lo pierde todo, incluso su memoria y su identidad. Olvida quién es, su pasado y su familia, y vive durante años como Dogko, un indigente que vagabundea por la superpoblada Seúl y duerme en la estación central. Allí se topará con un monedero que querrá devolver a su dueña. Conocerá así a la señora Yeom, anciana exprofesora que regenta una tienda 24 horas y que le dará alimento, cobijo y una segunda oportunidad. El contacto con los clientes hará que recupere la memoria y una razón para vivir. Dogko tiene una habilidad especial para tratar con los demás, para escuchar y ponerse en el lugar del otro. Algo que derretirá «el muro de hielo» entre sus recuerdos y la realidad. «Somos animales sociales», dice el escritor, que alaba el poder de la compasión.

La fiebre coreana subió con la exportación de videoclips de pegadizas canciones y grupos de boybands y girlbands como BTS y Blackpink que coparon las listas. El cine y las series se subieron a la misma ola que surfea hoy la literatura coreana, con películas de reputados cineastas como Park Chan-wook (Oldboy, La doncella, Decision to Leave), Hong Sang-soo (En la playa sola de noche) o Bong Joon-Ho (Parásitos, Okja). Netflix aprovechó el filón saturando su catálogo con telenovelas de amor y series aterradoras en la estela de El juego del calamar, que procuró a la plataforma casi 900 millones de euros.

Ho-yeon es colega de autores como Cho-Nam Joo, Won Pyung Sohn o Min Jin Lee, que se abren paso en los mercados occidentales. Uno de los primeros pelotazos surcoreanos lo dio Alfaguara en el 2019 con Kim Ji-young, nacida en 1982, la polémica novela feminista en la que Cho Nam-joo narra el día a día de una mujer corriente.

También es una figura global y una estrella del pensamiento contemporáneo el filósofo Byung-Chul Han, autor de La sociedad del cansancio (2010), ensayo en el que desentraña el espíritu de la época, de una sociedad de trabajadores quemados, exhaustos, autoexplotados y autoatrapados en sus teléfonos móviles. «El ser humano vive al revés, va en sentido contrario. Es violento con la naturaleza, destruye el medio ambiente y se comporta como las bacterias, que matan a quien deben su vida», diagnostica.