«Salían a las cuatro de la tarde y no regresaban hasta las doce»

Susana Acosta
Susana Acosta A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

El matrimonio que alquiló una habitación a la banda que desvalijó media ciudad asegura que todo les cogió por sorpresa

29 oct 2014 . Actualizado a las 08:57 h.

Dominga y su marido viven en la novena planta de uno de los edificios de la plaza del Comercio desde hace tres años. Vinieron de Perú con la intención de arrancarle una sonrisa a la vida a este lado del charco. Pero mientras esto no sucede tratan de compartir los gastos del alquiler del piso en el que viven. Para ello, ponen un anuncio en un locutorio cercano. Así es como contactaron sin saberlo con la banda que tuvo en jaque a toda la ciudad y que fue detenida la pasada semana por la Policía Nacional después de haber asaltado más de cien hogares coruñeses. «Una chica que hablaba español se puso en contacto telefónico con mi marido y le dijo que quería alquilar una habitación para dos personas. Explicó que eran familiares suyos», así fue cómo comenzó el primer contacto con la banda organizada. Llegaron a un acuerdo económico y lo siguiente que supieron de ellos fue cuando se presentaron en el inmueble. «Venían ya con la maleta y todo. Yo les pedí papeles de identificación, pero no hicieron caso. No les entendía nada de lo que hablaban», comenta esta mujer, que asegura que sus nuevos inquilinos ni se molestaron en ver si les gustaba el piso. Cuando llegaron vinieron ya para quedarse. Dominga comenzó a desconfiar de ellos pero su marido la tranquilizó.

Sobre el trato que mantuvieron con los dos asaltantes, dice que apenas les hablaban. «Ni nos saludaban cuando nos encontrábamos por el pasillo. Yo no les entendía nada de lo que decían», insiste. Y tanto ella como su marido afirman que los dos georgianos solo llevaban en el inmueble unos tres días, mientras que los vecinos aseguran que estaban allí desde hace más tiempo. «Apenas los veíamos. Salían a las cuatro de la tarde y a lo mejor no regresaban hasta las doce», comenta Dominga, que explica que por motivos de trabajo ella no está mucho tiempo en casa.

Forzaron la puerta

La sorpresa llegó la madrugada del 21 de octubre cuando la policía irrumpió en su domicilio al alba. «Eran las seis y media de la mañana o así y forzaron la puerta para entrar. No habíamos cerrado por dentro y les resultó más fácil abrirla. Apenas dañaron la puerta», dice el marido de Dominga, que asegura que la habitación ya ha sido ocupada de nuevo y que se llevaron un buen susto cuando vieron entrar a la policía en su casa. «Revolvieron todo y se llevaron el material que usaban. Dejaron la ropa y nosotros la tiramos porque para qué queríamos nada de ellos», comentó el marido de Dominga, mientras ella asegura que después de lo vivido tiene ganas de dejar el piso. «Nos llevamos un gran susto», dice.

Sobresalto de los vecinos

Pero Dominga no fue la única que esa mañana se levantó sobresaltad. Prácticamente estuvo todo el edificio en vilo, pendiente de la operación. De hecho, los residentes explican que antes de ir a la novena planta, donde dormían los dos integrantes de la banda, la policía entró en el primer piso, aunque no saben muy bien por qué. «Llegaron a las seis y media de la mañana, pero hasta las ocho no los detuvieron. Vinieron los GEO, con pasamontañas y todo. Había muchísimos policías», comenta un vecino del edificio.

Los residentes de este inmueble aseguran que se sienten inseguros. Dicen que no es la primera que hay vecinos conflictivos en el edificio y que tienen que tomar medidas al respecto. «Siempre se ve gente rara. Antes tuvimos unos rumanos en otro piso que trapicheaban. El 091 los acorraló y al final tuvieron que marcharse», comenta otro residente indignado con la situación. Ahora no quieren que se vuelva a cometer un episodio de estas características en su edificio y aseguran que pedirán explicaciones al propietario del piso. Solo quieren vivir tranquilos. Sin sobresaltos. Y sin tener que compartir escalera con los integrantes de una banda que se dedica a desvalijar más de un centenar de hogares, porque saben que cualquier día les puede tocar a ellos.