La ruidosa puesta de largo de la plataforma bautizada como Marea Atlántica fue la noticia política de la semana. En la foto de presentación, con unas trescientas personas en la rotonda de las Esclavas, pudo verse al ubicuo Manuel Rivas, que suscribe no solo el manifiesto de este grupo, sino también otro en términos parecidos y de ámbito gallego bajo el título «Somos mayoría». Pero también se pudo ver a numerosos políticos de todas las siglas del espectro de la izquierda, nacionalista o no: del Bloque, como María Xosé Bravo o el expresidente de la asociación de vecinos de Monte Alto David Pena; de Esquerda Unida, con su líder, César Santiso, y el asesor cesado, Jorge Gil, entre otros; de Anova, alguno de cuyos próximos, sobre todo Antón Gómez Reino, alineado con las tesis de Martiño Noriega más que con las de la sensibilidad predominante en A Coruña, figura como promotor de la iniciativa. Las reuniones previas al lanzamiento de la Marea ya mostraron que el voluntarismo de unos pocos no basta para vencer las reticencias de la mayor parte de los partidos a renunciar a sus estructuras tradicionales para diluirse en una especie de frente popular con un programa que reúne una serie de enunciados teóricos, pero pocas medidas prácticas. «Queren ser un Guanyem Barcelona, pero aquí non hai Ada Colau», resumió un experimentado político coruñés.