Los Barrul celebran su gran fiesta

Javier Becerra
Javier Becerra A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Eduardo Pérez

La pedida de mano de la joven Nazaret reunió a más de 200 gitanos en A Coruña

22 jul 2014 . Actualizado a las 19:56 h.

La familia Barrul se puso ayer de gala. Sacó del armario pañuelos de lunares, cadenas de oro y brillantes vestidos femeninos con volantes. Pero, sobre todo, trajo mucha felicidad al barrio de Elviña, en A Coruña. Se celebraba algo muy grande para ellos, el apalabramiento de casados de dos jóvenes que pertenecen a ese gran árbol genealógico: Nazaret Barrul Borja y Rafael Hernández Barrul.

Ella tiene 17 años. Él, 18. Los dos lucían una sonrisa de oreja a oreja. En unos meses abandonarán la soltería y ampliarán las ramas de ese gran tronco familiar. Pero el acto previo no consiste aquí en un simple trámite o una cena íntima. Todo lo contrario: se celebra a lo grande, con bastante más parafernalia que muchas bodas y en un ambiente de excepcionalidad total. La misma que veían los vecinos de los bloques del barrio. Se preguntaban qué ocurría bajo sus ventanas un lunes a las seis de la tarde.

Muy populares en la ciudad

Los Barrul son uno de los clanes gitanos más conocidos de A Coruña. Se dedican mayoritariamente a la venta ambulante. Además de en Elviña, se han asentado en otras zonas, como los Castros y Eirís. Ayer acudieron todos a la cita. Pero no solo los familiares coruñeses. También llegaron primos y hermanos de Ponferrada. Alguno incluso llegó desde Valladolid.

No pudo asistir, sin embargo, David Barrul, el cantante que triunfó en el programa La voz de Tele 5 y que actualmente reside en Santander. «Estaba invitado, pero se murió el Tío Gabriel en Santander y por eso tuvo que cancelar el viaje», explicaba ayer uno de sus familiares.

En total se reunieron más de 200 personas para secundar la fiesta. En ella el patriarca, Emilio Barrul -conocido en la comunidad como el Tío Maito-, pedía a su primo Juan el visto bueno para dar vía libre a este matrimonio. El sí desató la alegría de todos. «¡Vivan los Barrules!», ¡Olé los Barrules!», se pudo oír. Se trataba solo del principio.

La familia contrató un servicio de autobús para desplazar a los suyos. Se dirigían al Barranco, un bar de Cecebre (Cambre) en el que los olés y los vivas se multiplicarían por mil. Pero en Elviña ya se respiraba el ambiente. Primero, las palmas flamencas. Luego, los brazos al cielo. Y, más tarde, los cuerpos de los novios dejándose llevar por el baile.

«¡Olé mis hijos y olé mi padre!»

Nazaret llevaba un vestido rosa y una corona brillante, como una princesa. Rafael iba de color crema, impoluto. Y el círculo se hacía sobre ellos. Se miraban. Se acercaban. Y se dejaban llevar por las palmas. En cuanto se dispusieron a bailar, muchos de sus familiares se contagiaron de la ola del amor que allí se respiraba. La madre del novio, Virginia Barrul, lo decía al vídeo que grababa la ceremonia: «Esto es lo más importante para mí». Más tarde, seguía mostrando su ventura: «¡Olé mis hijos y olé mi padre!».

Poco después de las seis y media llegaba el autobús. Los que no iban en coche o furgoneta, se subían a él. «Vamos a seguir con la fiesta por lo menos hasta las dos de la mañana», anunciaba uno de los chicos, mientras pedía que lo inmortalizasen en una fotografía.