Pepe do Fieiro: 90 años y subida a A Moa, en el monte Pindo, para celebrarlos

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

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José Rodríguez, veterano y experto guía, celebró su aniversario en el lugar que más le gusta: «En el monte hay quien no ve más que piedras, pero otros ven lo que hay y lo que quieren ver»

23 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Quise despedirme arriba porque no sé si el año que viene podré volver». José Rodríguez, más conocido como Pepe do Fieiro, ya subía al monte Pindo cuando era un niño. El lunes cumplió 90 años y volvió a realizar el ascenso a pie acompañado de su hijas y sus nietas. Con las tres compartió una copa de cava.

Esperará a que mejore el tiempo para encontrar una nueva ocasión para llegar hasta A Moa. Ejerce todavía de guía del monte y anima a cualquiera a que suba hasta allí: «Cuando queráis vamos, solo necesito que me lo digáis un día antes». «Ahora estoy yendo pocas veces, solo cuando tengo ocasión de ir con alguien, pero en invierno hay poca gente que vaya y que necesite ser acompañado», se lamenta.

Su familia sabe que sus ganas son muchas, por lo que sus nietas pidieron el 19 de febrero libre en el trabajo con tal de poder pasar la jornada con él de la forma en que más le gusta. Subieron por la mañana, sobre las 11.00 horas, y regresaron en torno a las 19.00. Las fotografías atestiguan la felicidad de este veterano mazaricano de nacimiento y dumbriés de residencia.

«En el monte hay quien no ve más que piedras, pero otros ven lo que hay y lo que quieren ver», dice para argumentar su fascinación por O Pindo. El lunes intentó mostrarle a su hija una cueva, «en la que estuvieron escondidos los fugados de la guerra civil», pero no pudieron llegar hasta allí porque había demasiado tojo. Él había estado en ella apenas unos meses antes, pero ahora ha quedado de nuevo cubierta. Esta es solo una de las muchas historias que Pepe do Fieiro puede contar y ese conocimiento y ganas de explicar todo lo que sabe hace que los recorridos que él lidera tengan una duración que puede ir de las tres a las ocho horas. De todas estas ha tenido en los muchos años que lleva de guía. Considera que el camino hay que hacerlo despacio. «El monte hay que verlo con calma y con cariño», explica.

Otro de los puntos habituales es Peñafiel, pero reconoce que no se trata de un destino para todo el mundo. «Es el sitio más difícil de subir y a mucha gente le da vértigo», dice, pero vale la pena. Allí puede contar la historia de la inscripción en la roca en la que el arzobispo Diego Gelmírez da cuenta de la excomunión contra el conde de Traba en 1130. Pepe do Fiero es capaz de narrar con todo tipo de detalles todo el conflicto, sus motivos y su resolución como si él mismo lo hubiera vivido.

Conoce el monte desde que era un niño, cuando su padre lo mandaba apacentar las cabras y las ovejas del amplio rebaño familiar. Por 1950 se acabó esa vida libre en el monte porque las autoridades forestales los echaron para plantar pinos. Los animales fueron al matadero, y Pepe do Fieiro, a estudiar. Pasó 17 años emigrado en Inglaterra y volvió para establecerse en O Ézaro, pero vuelve a la aldea de Arcos que lo ha hecho conocido cada vez que quiere subir al monte. Lo hace siempre desde allí porque se ahorra la mitad de la subida. Desde el lugar de O Pindo, en Carnota, el ascenso son 627 metros, en tanto que desde su lugar de nacimiento son apenas la mitad.

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A vista de pájaro

Teme que este febrero haya sido el último para ver el paisaje desde A Moa y probablemente pensó lo mismo en el 2023. La anterior celebración no exigió esfuerzo físico. Sus nietas lo invitaron a cumplir un sueño que tenía desde niño: ver el Olimpo celta a vista de pájaro. Alquilaron una avioneta en Mazaricos. Lo había imaginado en muchas ocasiones y le encantó, pero reconoce que no fue lo que se había esperado. «El Pindo tiene picos muy altos, desiguales, pero desde lo alto parecían achatados», explica. «Lo vi todo más llano, pero fue maravilloso», explica.

Esta vez el tiempo le acompañó y eso que febrero no es el mes más habitual para realizar excursiones al monte. El lunes pudo disfrutar del sol con su familia y observar de nuevo las vistas desde A Moa. Era un día claro, pero los hubo mejores. En esos Pepe do Fieiro llegó a ver el Pico Sacro. No fue en esta ocasión porque estaba rodeado de nubes. Lo que nunca tuvo ocasión de percibir, a pesar de que lo intentó incluso con prismáticos, fueron las torres de la catedral de Santiago. Escuchó muchas veces a sus mayores que se podían observar algunas veces, pero por más que subió nunca le coincidió, aunque reconoce que sí tuvo ocasión de ver las luces del Apóstol, porque este veterano guía también ha subido al monte de noche.

La intención de José Rodríguez es seguir subiendo al monte en cada ocasión que se le presente. Las personas interesadas en que les acompañe y les cuente todos los secretos que encierra sus piedras y sus recovecos pueden contactar con él a través del punto de atención turística de Dumbría. Dice él que ya recibe pocas peticiones de grupos para ser guiados, pero confía en que cuando llegue el verano se vayan sumando interesados.