«El grito»

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

Foto del cuadro de Munch en el Museo de Van Gogh en Ámsterdam.
Foto del cuadro de Munch en el Museo de Van Gogh en Ámsterdam. BAS CZERWINSKI | AFP

04 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi obsesión de este mes ha sido Edvard Munch y su obra El grito, ya saben, el mítico cuadro expresionista donde un homínido atenazado por el horror grita mudo en el frontispicio de un cielo naranja. Es un cuadro pavoroso, enloquecedor. El artista, que se pintaba a sí mismo tras una infancia angustiosa, apuntó en su diario: «Sentí el alarido infinito que atraviesa la naturaleza» 

Sin embargo, lo terrible de El grito, no es el tormento del primer plano, ni esa cara desbocada; no es esa figura extraña, a medio camino entre lo fantasmagórico y lo alienígena —y sin embargo tan lleno de alma humana—. Lo peor no son esas órbitas de pánico de sus ojos, ni la sangre del cielo, ni esa tensión en sus brazos intentando triturar los tímpanos para no oír la voz del espanto.

Lo horripilante es que detrás del protagonista hay dos figuras que caminan tranquilas; ajenas a la tragedia, pasean. La destrucción de un hombre ante la indiferencia de los otros. ¿Qué tiene este cuadro que me recuerda tanto al mundo actual?

Munch vivió una época de grandes cambios sociales y tecnológicos. Vivió la proliferación de la psicosis y la nada sobre el individuo. ¿Qué pánicos escucha el hombre moderno? ¿Cuál es el grito de este siglo, la hipoteca o la falta de likes? Día a día comemos pipas mientras una persona se muere por dentro.

No quiero cambiar el mundo, solo ser amable. La vida sucede en ese pequeñísimo espacio habitable entre lo que fue y lo que será. «De mi cuerpo descompuesto crecerán flores, y yo estaré en ellas; eso es eternidad». Dijo Munch. Cultiva tu espíritu, esa es la lucha.