José Luis Rodríguez, un antiguo abogado y fotógrafo manchego enamorado de la belleza de Barbanza

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

BARBANZA

El barbanzano ha invertido incontables horas en fotografiar la fachada marítima de Portosín.
El barbanzano ha invertido incontables horas en fotografiar la fachada marítima de Portosín. CARMELA QUEIJEIRO

El artista lleva años viviendo en Portosín y tomando instantáneas de la comarca

20 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No llega ni siquiera a un segundo el tiempo que tarda una cámara en inmortalizar para siempre una escena que, para bien o para mal, nunca volverá a ser la misma. Los paisajes no se mueven del sitio, pero si lo hacen todos los pequeños detalles que los hacen atractivos, como la melena al viento de una mujer que llega tarde al trabajo o el aleteo de una mariposa que después de la instantánea se para a descansar en una rama cual modelo agotada tras de una larga sesión.

A José Luis Rodríguez (1952) le gusta capturar las pequeñas muestras de sencillez mundana, hacer de lo normal una obra de arte después de pasarlo por su objetivo. Natural de Guadalajara pero afincado en Portosín desde hace 10 años, el artista siempre se ha sentido como pez en el agua con la cámara en la mano. Su idilio con el flash y el obturador empezó cuando tan solo era un chaval y su padre le regaló una de estas máquinas.

De aquella tomar fotos no era tan fácil como en la actualidad, con los dispositivos digitales. Para poder hacerlo, el barbanzano de adopción utilizaba una cámara analógica con carretes en blanco y negro y tan solo de vez en cuando a color. Después era cuando venía la parte más dura del proceso, pero quizás también la más bonita: el revelado.

A la vieja usanza

Admite que se ha quedado muchas noches en vela para aprovechar las horas en las que la luz solar no podía colarse por ninguna pequeña rendija con el objetivo de que el resultado fuese perfecto. Comparándolo con los programas que existen ahora, cuenta «en estos tiempos que corren sacas los tonos que quieras dando clic a un botón, pero antes tenías que meterte y experimentar».

Un pequeño revés amenazó con dejarlo sin material para seguir disfrutando de su pasatiempo favorito, pero rápido logró reponerse: «Tenía una cámara, un flash y un trípode y me lo robaron todo, menos mal que ya tenía unos añitos y pude comprarlo todo de nuevo».

Y es que sí, su amor por la fotografía nunca lo ha soltado de la mano, ni siquiera durante los 40 años durante los que ejerció la abogacía en un despacho de León. «Trabajé durante cuatro décadas, muy malo no debí ser», señala entre risas. Del mar de su memoria no dejan de aflorar recuerdos que prueban que no hay nada incompatible, pues bien que se puede defender un caso utilizando para ello las instantáneas.

¿Cómo? Pues capturando con la cámara aquello que puede ser relevante a la hora de demostrar o no los hechos. «De aquella tenía que ir a naves y fincas. Mientras mis compañeros apuntaban todo en un cuaderno yo iba allí con mi cámara».

Vida tranquila

Los años de estrés, documentos y horas de trabajo hace tiempo que se acabaron, por eso en la actualidad este sonense nacido en Guadalajara afirma que «me dedico a la vida contemplativa, salgo a hacer fotos, leo libros y me gusta pasear por aldeas abandonadas». Los parajes naturales en los que la huella humana no lo ha destrozado todo son los favoritos del artista, que se esfuerza en destacar la belleza de lo sencillo. «Por muy pequeño que sea el sitio en el que estemos, los fotógrafos tenemos que saber buscar la imagen correcta».

Uno de los lugares en los que más disfruta sacar fotografías es la fachada marítima de Portosín: «Siempre hay un cambio en la luz que me parece interesante». Es consciente de que es más fácil impresionar cuando se viaja a destinos exóticos como India, pero aún así es un fiel defensor de lo cercano, de ser capaz de llegar al corazón del espectador a través de paisajes conocidos.

Explica que por eso la exposición que tiene en la casa de la cultura de Outes se llama Olladas, porque es la suma de más de una veintena de imágenes en las que el antiguo abogado intenta transportar al espectador a sus relajantes paseos: «En mis fotos pueden salir niños, mujeres viudas... pero no me gusta dar muchas explicaciones del por qué decidí retratar a esa persona y no a otra, prefiero que la gente haga su propia interpretación».