Noia despide al coronel de la Guardia Civil Manuel Garea

Ana Lorenzo Fernández
A. Lorenzo RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Manuel Garea Villaverde
Manuel Garea Villaverde

La villa noiesa siempre estuvo muy presente en su vida: aquí pasó parte de su infancia, conocería años más tarde a su mujer, y luego decidió regresar para pasar su última etapa

21 feb 2024 . Actualizado a las 11:57 h.

En la vida de Manuel Garea Villaverde (Ordes, 1930) hubo dos cosas muy claras: que quería ser guardia civil y que, cuando encontró el amor, no le importó renunciar a todo por él. Aunque nació en Ordes, su vinculación a Noia fue continua a lo largo de su vida, puesto que de pequeño pasó algunos de los mejores años de su infancia en este concello cuando su padre estuvo destinado como jefe del destacamento del instituto armado noiés; un cargo que, curiosamente, él ocuparía varias décadas después.

Debido a la profesión del cabeza de familia, vivieron en varias ciudades, y cuando llegó a la mayoría de edad, Manuel Garea ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza, donde salió como número uno de la décima promoción. Su formación continuaría en Madrid, donde formó parte del primer grupo de agentes que pasó por las aulas de la Academia Especial de la Guardia Civil.

Su primer destino le llevaría a Santander, y tras pasar por un par de ciudades más, en el año 1959 regresaría a Noia donde conoció a la que se convertiría en su esposa, María García-Malvar Mariño. Su historia de amor hizo que Manuel renunciara a un ambicioso proyecto que le iba a llevar a viajar a Sudamérica para crear allí un cuerpo de la Guardia Civil. Él decidió no hacer las maletas y casarse con su novia, con la que formaría una familia numerosa con tres hijos, con lo que residiría en Pontevedra, San Sebastián y Valladolid, donde se retiró, aunque seguiría varios años más como profesor en la Academia de Caballería de esta ciudad.

A pesar de que todos estos destinos siempre eran fuera de Galicia, todos los veranos regresaban a Noia, un municipio en el que también quiso pasar sus últimos años. «Era una persona muy entrañable, con una gran bondad, y siempre preocupado por enseñar y ayudar en todo lo que se le pedía», define su hijo Manuel, que explica que siempre fue un gran aficionado al tenis, la lectura y a cuidar los árboles de su jardín. Aunque fue siempre una persona muy activa, el paso del tiempo había hecho mella en él los últimos años, y desde Navidades se fue apagando poco a poco hasta que ayer fallecía a los 93, y hoy será despedido en un funeral en la iglesia de San Martiño de Noia.