El último ministro franciscano de Ribadeo: «Gustaríame ir xa coa miña muller para a residencia»

José Francisco Alonso Quelle
j. alonso RIBADEO / LA VOZ

RIBADEO

J.A.

A sus 84 años, en la vida de Ramón Sanjurjo no falla la rutina de visitar a su esposa en una residencia y sostener una iglesia con su labor callada y en la sombra

24 abr 2024 . Actualizado a las 14:30 h.

Desde hace unos 17 años, cada mañana, Ramón Sanjurjo Sampedro sale de su piso para cruzar la calle y dirigirse a la iglesia de la Orden Tercera. Todos los días, sin falta, se encarga de abrirla y, al atardecer, de cerrarla. También la vigila y cuida, con los exiguos fondos que recauda para el único templo ribadense (ahora tan necesitado de que se hagan reformas por la goteras) que siempre está abierto. Gracias a él. Ramón Sanjurjo, a sus 84 años, es el último ministro seglar franciscano de una orden que se remonta en el tiempo en Ribadeo hasta hace unos 750 años atrás (hay pruebas documentales que acreditan que en un año indeterminado, entre 1267 y 1287, se establecieron en Ribadeo y Viveiro frailes franciscanos). Después llegarían las monjas clarisas (en Ribadeo hay un convento de clausura) y la tercera orden, la de los seglares, que se creó en Ribadeo en 1679, y que tuvo momentos de gran actividad y adhesión. Hoy, los seglares que quedan, explica Ramón Sanjurjo son un puñado de ancianos, «que se contan cos dedos dunha man».

Ramón es un hombre de profundas convicciones religiosas, con especial devoción por el Padre Pío, santo italiano: «Isto cada vez váleme máis para vivir tranquilo e feliz». Fue seminarista y responsable de una funeraria en Vegadeo durante 35 años. La vida le golpeó varias veces. Padre de siete hijos, uno murió de aborto, otro del corazón al poco de nacer y hace un par de años, un tercero falleció en Bolivia, donde trabajaba. Su esposa estaba ingresada en el hospital asilo de Ribadeo, pero al iniciarse las obras de reforma hace unos meses fue trasladada a la residencia de Burela. Ramón se desplaza todos los días en bus, de lunes a viernes (sábado y domingo no hay servicio de transporte), para verla, y pasar la tarde con ella. Llega a las 16.15 y se va a las 19.00 horas. Con una sonrisa, dice que ella se encuentra muy bien, que está encantada con el trato y los cuidados y que cuando él ya no pueda valerse por si mismo, espera, confía, en poder reunirse con ella a pasar juntos sus últimos años, a poder ser en el asilo de Ribadeo cuando concluya la reforma.

Ramón ingresó como franciscano seglar en Ribadeo hace «50 anos ou máis. Eu sempre fun de igrexa, a orde franciscana estaba en pleno vigor, con moita xente, e pareceume ben ingresar». Entonces se practicaba un proselitismo muy activo y se participaba de forma masiva en la Semana Santa. Se hacían reuniones periódicas y la iglesia de la Orden Tercera relucía en su esplendor. También se aplicaba en la orden seglar una cierta benevolencia en el cumplimiento de los votos: «Só non dar mal exemplo... e a poder ser dalo bo coa vida de cada un. Ir pola vida como unha boa persoa, ou non tan boa, pero sen alardes, como un máis».

«Había máis mulleres que homes», recuerda. Pero la orden inició un declive sin freno: «Non sei por que, cando estaba eu en Vegadeo empezou a caer. Cando vin para aquí, tras xubilarme, a capela estaba coas paredes negras do fume das velas, non había luz, a porta sempre estaba arrimada... Fixen amaños, cambios e abrín a porta. Na pandemia esta foi a única igrexa aberta».

«E cando eu non poda? Agora teño tres novizos, tras rapaces. Non fixeron votos, pero algún quedará a fronte», confía. Explica que hay fe, pero permanece agazapada, sin estridencias. De hecho, en tanto Ramón habla, el goteo de gente que entra en la iglesia, se santigua y bisbisea un tímido rezo ante la imagen de su devoción, es lento pero incesante. Es una costumbre tan sincera y arraigada como discreta: «Todos os rapaces din o mesmo: axúdoche no que faga falta, pero franciscano non me meto», apunta Ramón asomando una sonrisa. ¿Cómo se explica el declive de la Iglesia? «Prefiro calar. Érrase na chamada».

«Eu quería ir xa coa miña muller, pero gustaríame deixar isto como é debido»

La iglesia de la Orden Tercera, el mausoleo del indiano Ramón González y su esposa, no presenta su mejor imagen. Sentado en un banco, Ramón Sanjurjo, con las manos apoyadas en las rodillas, mira con cierto desconsuelo las planchas de aglomerado colocadas frente a la puerta del templo. Los parches se suceden por todo el suelo, para ocultar y evitar accidentes con un firme que se hunde y abarquilla comido por las humedades y el agua de lluvia que vierte un techo con goteras. La iglesia de la Orden Tercera clama por ayuda. Ramón deposita parte de sus esperanzas en la que se pueda conseguir por mediación del Concello. También hay una cuenta abierta en Abanca. A sus 84 años, Ramón también tiene que pelear para que la iglesia no aboque en un deterioro irreversible. «Algún donativo vamos tendo. Unha señora deume unha vez un talón de 10.000 euros. Cando se xunta algo é no verán, e con iso gardamos para o inverno. É cando veñen os veraneantes. Nótase na recadación dos cepillos», explica.

«Eu quería ir xa para xunto da miña muller, para a residencia. Pero quería deixar a orde como é debido, con alguén ao cargo. Ten que ser un franciscano segrar, non pode ser un veciño sen mais. Dos tres novizos teño que elixir un, ou o que queira selo. Haberá que preparalo ben. O irmán ministro elíxese cada tres anos por votación, pero aquí, en Ribadeo, xa non hai quen vote», explica. De no aparecer alguien la iglesia franciscana de la Orden Tercera de Ribadeo pasaría a depender de la orden más próxima, Mondoñedo o Viveiro. «Pero quen vai vir abrir a igrexa e coidala?». La respuesta queda en el aire.